Ficha técnica
Título: Seis sospechosos | Autor: Vikas Swarup | Traducción: Damià Alou | Editorial: Anagrama | Colección: Panorama de narrativas | Género: Novela | ISBN: 978-84-339-7533-1 | Código: 38317 | Páginas: 560 | PVP: 24,50 € | Publicación: Abril de 2010
Seis sospechosos
Vikas Swarup
Vicky Rai, un joven empresario y playboy, hijo del poderoso ministro del Interior de Uttar Pradesh, da una fiesta para celebrar que la justicia le ha absuelto de un asesinato cometido hace ya siete años. Pero poco antes de la media noche, el asesino es asesinado. Los seis sospechosos tienen un arma y un motivo. La policía parece dispuesta a actuar, pero el verdadero detective será Arun Advani, un periodista que cambiará el rumbo de la investigación oficial. Y que nos mostrará las novelescas vidas de los sospechosos: una estrella de Bollywood, un funcionario corrupto, un gañán de la América profunda, un inteligente ladrón, un chico de un pueblo, y el padre del asesinado, que amaba a su hijo pero quiere con mucha mayor intensidad ser primer ministro…
«Fascinante, con una atmósfera muy peculiar y unos personajes y un argumento irresistibles. Será muy popular entre los lectores de novelas policíacas, pero también entre la legión de devotos de Slumdog Millonaire» Booklist
«Una novela original, ingeniosa, extravagante, con una trama que nos atrapa desde la primera página, una sátira muy informativa sobre la política y los valores de la India actual» The Times.
Asesinato
El asesinato, como cualquier arte, genera interpretación y se resiste a la explicación.
MICHELLE DE KRETSER, The Hamilton Case
1. LA PURA VERDAD
Columna de Arun Advani, 25 de marzo
SEIS PISTOLAS Y UN ASESINATO
No todas las muertes son iguales. Incluso en el asesinato hay un sistema de castas. El apuñalamiento de un pobre conductor de rickshaw no es más que un dato estadístico enterrado en las páginas interiores de un periódico. Pero el asesinato de una celebridad se convierte al instante en una noticia de portada. Porque los ricos y famosos rara vez son asesinados. Llevan una vida de lujo, y a no ser que sufran una sobredosis de cocaína o un extraño accidente, generalmente tienen una muerte de lujo a una edad avanzada tras haber aumentado su estirpe y su dinero.
Por eso el asesinato de Vivek «Vicky» Rai, el propietario del Grupo de Industrias Rai, de treinta y dos años de edad, e hijo del ministro del Interior de Uttar Pradesh, ha sido la noticia más comentada de los últimos dos días.
En mi larga y accidentada carrera como periodista de investigación he sacado a la luz muchas cosas, desde la corrupción de los altos cargos hasta la aparición de pesticidas en las botellas de cola. Mis revelaciones han derribado gobiernos y cerrado multinacionales. Y en todos estos años he visto desde muy cerca la codicia, la maldad y la depravación humanas. Pero nada me ha repugnado más que la historia de Vicky Rai. Era el emblema de la sordidez de este país. Durante una década he seguido su vida y sus crímenes, al igual que una polilla se ve irresistiblemente atraída por una llama. Era una fascinación morbosa, parecida a la que se siente al ver una película de terror. Sabes que va a ocurrir algo terrible, y te quedas sentado, paralizado, conteniendo la respiración, esperando a que suceda lo inevitable. Recibí serias advertencias y amenazas de muerte. Intentaron que el periódico me despidiera. Sobreviví. Vicky Rai no.
Pero ahora los hechos de su asesinato son tan conocidos como los últimos giros argumentales de los seriales de televisión. Un desconocido lo mató a tiros el pasado domingo a las 12.05 de la noche, en su granja de Mehrauli, en las afueras de Delhi. Según el informe del forense, murió de una herida de bala en el corazón disparada a quemarropa. La bala le desgarró el pecho, le atravesó limpiamente el corazón, le salió por la espalda y se alojó en la madera de la barra del bar. Se cree que murió al instante.
Vicky Rai tenía enemigos, desde luego. Había muchos que detestaban su arrogancia, su estilo de vida de playboy, su absoluto desprecio por la ley. Construyó un imperio industrial desde la nada. Y en la India nadie puede construir un imperio industrial jugando limpio del todo. Los lectores de esta columna recordarán mis reportajes en los que revelaba cómo Vicky Rai consiguió información privilegiada en la Bolsa, estafó los dividendos a sus inversores, sobornó a funcionarios y engañó en el impuesto de sociedades. Sin embargo, no lo cogieron, y siempre consiguió aprovechar algún vacío legal para permanecer fuera del alcance de la ley.