Ficha técnica
Título: Rue de L’Odéon | Autor: Adrienne Monnier | Traducción: Julia Osuna | Editorial: Gallonero | Colección: Narrativas | ISBN: 978-84-938568-4-7 | Páginas: 254 | Formato: 14 x 19 cm. | PVP: 21,00 € | Publicación: Septiembre de 2011
Rue de L’Odéon
Adrienne Monnier
Bienvenidos a La Maison des Amis des Livres en el número 7 de la Ruede L’Odéon. Adrienne Monnier nos abre las puertas de su mítica librería y nos cuenta los secretos de los clientes habituales que la frecuentaron: Joyce, Beckett, Rilke, Prévert, Hemingway, Proust, Breton, Gide y muchos otros.
París, 1915. Mientras la guerra irrumpe en la tranquilidad del otoño, el sueño de una joven inconformista se hace realidad: en el corazón del Barrio Latino, cuna de la experimentación literaria, la emprendedora y valiente Adrienne Monnier abre La Maison des Amis des Livres, la librería que marcaría la vida intelectual del París de la primera mitad del siglo xx. Rue de L’Odéon nos ofrece un retrato y un testamento personal y profesional de una mujer que dedicó treinta años a la literatura con creatividad y pasión y que fue, junto con su íntima amiga Sylvia Beach, una de las protagonistas más destacadas de aquella época dorada.
La librería cerrará en 1951. Después de treinta años de intensa actividad, Adrienne se retira de la escena cultural, pero sobrevive en estas páginas de memorias dedicadas a quien ama los libros y París y a los que sueñan todavía con entrar en La Maison des Amis des Livres y rebuscar en sus estanterías mientras escuchan en vivo a Erik Satie.
LA MAISON DES AMIS DES LIVRES
Fundamos «La Maison des Amis des Livres» con fe; nos parece que cada uno de sus detalles corresponde a un sentimiento, a un pensamiento.
Para nosotras el comercio tiene un sentido conmovedor y profundo.
A nuestro entender, una tienda es una auténtica cámara mágica: en el momento en que el transeúnte franquea el umbral de una puerta que cualquiera puede abrir, en que penetra en este lugar impersonal, se diría que nada demuda el gesto de su rostro ni el tono de sus palabras; realiza con un sentimiento de total libertad un acto que cree sin consecuencias imprevistas. Existe una correspondencia perfecta entre su actitud exterior y su yo interior, y si observamos bien, podemos, ahora y siempre, conocerle en su verdad. Revela toda la buena voluntad que posee, es decir, la medida en que se muestra accesible al mundo, lo que puede dar y recibir, la relación exacta que existe entre él y el resto de las personas.
Esta percepción inmediata, intuitiva, este fijado furtivo del alma son bastante fáciles en una tienda, lugar de transición entre la calle y la casa. Y cuántos descubrimientos son posibles en una librería por donde pasan obligadamente, entre los transeúntes anónimos, las Pléyades, los que de entre nosotros parecen ya un poco «grandes personas azules»83 y con una simple sonrisa justifican lo que llamamos nuestras mejores esperanzas.
A muchos vender libros puede parecerles tan banal como vender objetos o cualquier tipo de mercancía, y basado en la misma tradición rutinaria que no exige del comerciante ni del cliente más gesto que el del intercambio de dinero por mercancía, gesto que se acompaña, por lo general, con unas frases de cortesía.
En primera instancia se piensa que la fe que se pone en vender libros se puede poner en cualquier acto cotidiano; se puede ejercer un comercio u otro, una profesión u otra, con una satisfacción que es, por momentos, de auténtico lirismo. El ser perfectamente adaptado a su función, y que trabaja en armonía con los demás, experimenta una plenitud que se convierte fácilmente en exaltación cuando entra en contacto con hombres situados en el mismo plano vital que él; en el momento en que puede comunicar y hacer sentir lo que él siente, se multiplica, se eleva por encima de sí mismo y se esfuerza por ser lo más poeta que puede.