Ficha técnica
Título: Recuerdos de Tolstói,Chéjov y Andréiev | Autor: Maxim Gorki | TRADUCCIÓN DE YULIA DOBROVOLSKAIA Y JOSÉ MARÍA MUÑOZ | Postfacio, cronología y bibliografía de Lidia Spiridonova | Editorial: NorteSur | Colección y número: Primera persona 6 | Formato: 14 x 22 cm | Encuadernación: rústica con solapas | ISBN: 978-84-937357-0-8 | Páginas: 240 | PVP: 18 €
Recuerdos de Tolstói, Chéjov y Andréiev
Maksim Gorki
Estos recuerdos dibujan una perfecta carambola a tres bandas: la vida, la obra y la amistad, sazón de todo. Mediante el relato de los diferentes encuentros de tres colosos de las letras rusas con un joven escritor llamado a ser tan célebre como ellos, cada uno será visto según su peculiar relación con el autor: la admiración sin sumisión ante la imponente figura del Tolstói escritor inmortal y, al mismo tiempo, la falta de aprecio por el santón «desmesuradamente pagado de sí mismo»; el ascendiente literario del más europeo de los escritores rusos y el ascendiente moral del más noble de los hombres, Chéjov; y, por último, la personalidad autodestructiva y genial de Andréiev, «mi único amigo en el ambiente literario», con un final cantado en pos de la ruptura. Este libro, considerado como el mejor de Gorki, cuenta en definitiva lo que las cronologías no recogen y las biografías pasan por alto: la contradictoria humanidad de toda relación entre escritores.
Estos recuerdos se compusieron con las notas sueltas que tomé mientras residía en Oleis;1 por entonces Lev Nikoláievich vivía, al principio gravemente enfermo y luego durante la convalecencia, en Gaspra.2 Creía haber perdido estos apuntes tomados un poco de cualquier manera en trocitos de papel, pero hace poco reencontré unos cuantos. He incluido también una carta inacabada que escribí aún conmocionado por «la huida» de Lev Nikoláievich de Yásnaia Poliana y su muerte subsiguiente. Publico la carta sin corregir ni una palabra, tal y como fue escrita. No la termino, pues por alguna razón sé que no debo hacerlo.
El pensamiento que, a todas luces, roe su corazón con más frecuencia que cualquier otro, es el pensamiento acerca de Dios. A veces parece que ni siquiera sea un pensamiento, sino una tensa resistencia a algo que percibe por encima de él. Habla de ello menos de lo que quisiera, pero lo piensa siempre. Es dudoso que sea una señal de la vejez, el presentimiento de la muerte; no, más bien diría que le viene de su acendrado orgullo humano. Y un poco por fastidio, porque siendo Lev Tolstói resulta ultrajante someter tu voluntad a un estreptococo. Si hubiera sido naturalista, seguro que habría formulado hipótesis geniales y habría hecho grandes descubrimientos.