
Ficha técnica
Título: Profundo mar azul | Autor: Peter Hobbs | Traducción: Cruz Rodríguez Juiz | Editorial: Mondadori | Colección: 365 | Páginas: 288 | 137mm. x 230mm. | Tapa blanda | Fecha de publicación: 6 de junio 2008 | Género: Relatos | Precio: 17´90 € | ISBN: 978-84-397-2126-0
Profundo mar azul
Peter Hobbs
Siguiendo el espectacular éxito de acogida por parte de la crítica de su novela Solsticio de invierno (Literatura Mondadori, 2006), Peter Hobbs presenta un libro de relatos, algunos de los cuales son humorísticos, y otros tragicómicos y fantásticos.
Hobbs es un experto en poner de relieve las emociones que subyacen en la experiencia humana. En el relato»Paula», por ejemplo, el narrador explora la incapacidad de demostrar algo más que simpatía a la pobre Paula, que se ha quedado paralítica a raíz de un accidente. El relato»Jack» describe la inquietud de un hombre que se siente perseguido y no sabe por quién, así que espera -sin hacer nada- que todo marche mal en su vida.
Sin embargo, hay mucho más que esto en Profundo mar azul, pues Peter Hobbs es capaz de despertar la risa del lector, como, por ejemplo, en «Película en diez escenas», relato divertidísimo sobre un perdedor londinense que quiere hacer una película de gángsters.
La obra maestra de este volumen es «Pastel de lujo invernal«, un relato de quince páginas en el que se nos describe una saga familiar que podría considerarse el resumen perfecto y condensado de la Gran Novela Americana.
Profundo mar azul es un libro imaginativo y estimulante que demuestra el poder del relato como género literario.
Viajaría todo el día en mi tren azul
Vivo en un lugar lleno de lluvia, en una ciudad líquida. Estamos de agua hasta las branquias y me cuesta respirar. Las bombas de achique trabajan con dificultad y los desagües se desbordan: Dios, si hasta el aire es húmedo. Hasta hoy ha llovido treinta y tres días seguidos y el nivel del agua ha subido veinte centímetros. El Pilote ya estaba bastante atestado y ahora el agua presiona hacia arriba y nosotros hacia fuera. Los Reparadores se disponen a construir otro nivel para volver a trasladarnos a todos más arriba.
Todo es agua, y no se puede beber. Nos tocan dos tazas de agua potable al día. Probablemente es bueno. El otro día Sal bromeó con que bastaría una meada fuera de sitio para que acabásemos todos nadando. El agua de la cañería limpia que conecta las depuradoras con las cocinas empieza a saber igual que el resto. El agua de las duchas es densa y oscura y te sientes más limpio si no te duchas. Después de la lluvia, todo apesta. Las depuradoras no dan para más. Aunque la provisión de comida se mantiene estable. Cultivamos algas. Algunos días comemos pescado y otros, sucedáneo de pescado.
Como la semana pasada, cuando la planta de abajo se volvió submarina. Es como si alguien hubiera anegado mi juventud, porque nos criamos allá abajo. Eso fue cuando todavía se permitía que hubiera niños en el Pilote, antes de que se lo llevaran todo a los Secos. Yo tenía once años. Llegó un gran transporte y madres y niños partieron en un éxodo masivo. Salvo yo, porque mi madre había muerto y como estaba enfermo no pasé la prueba. Me dejaron aquí a ver si sobrevivía. Me digo que ahora que he sobrevivido alguien vendrá a por mí. Aunque nunca viene nadie. Al poco tiempo llegaron los permisos para viajar y ahora ya no se va nadie sin él. Llega gente y se pone a trabajar. Pero nunca se van, ahora nadie consigue el permiso.
Una vez, cuando el agua estaba más baja, antes incluso de que se construyeran las Pasarelas, me senté en un escalón y contemplé el último cisne que se ha visto por aquí, flotando en el agua como un lirio de cuello largo, un capullo abriéndose. Luego levantó el vuelo restallando las alas. Vi el arco limpio e inmenso de su vuelo. Quizá el recuerdo lo haya hecho mayor, pero era enorme. Ya entonces parecía una criatura mitológica. Nadie se atrevió a matarlo, ni para comérselo.