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Ficha técnica

Título: Paseos por Berlín | Autor: Franz Hessel Prólogo: José Muñoz-Millanes | Traducción: Manolo Laguillo | Editorial: Errata Naturae | Colección: El Pasaje de los Panoramas | Formato: 14 × 21,5 | Páginas: 288 | ISBN: 978-84-15217-88-6 | Precio: 19,50 euros

Paseos por Berlín

ERRATA NATURAE

Es éste, quizá, el libro más importante, lúcido y hermoso que se haya escrito jamás sobre Berlín. Un libro mítico sobre una ciudad y una época también míticas, los últimos años veinte. Un texto que, por suerte, se adelantó al ascenso de los nazis al poder, para hablarnos, así, de una ciudad aún lejos del horror, todavía floreciendo. Calles ideales para el paseo, para observar los rostros de la gente, los escaparates, las terrazas de los cafés, los tranvías, las estaciones de tren, tanto al despertar el día como ya en el crepúsculo, cuando, con la ayuda del vidrio y la luz artificial, como señala el propio Hessel, «aparece la mezcla feliz». Avenidas de grandes farolas, anuncios luminosos, automóviles refulgentes.

Como dijera su amigo Walter Benjamin, Hessel es uno de los mayores prototipos de flâneur, un perfecto observador -y con una prosa tan bella como versátil- de las cosas y del tiempo, a quien la metrópoli se le presenta como un paisaje, como una multitud de lugares vividos donde ha quedado depositada la memoria impersonal y colectiva de la urbe entera. Para él, pasear no es simplemente percibir la ciudad, sino rastrearla: detectar huellas, detalles, matices, impresiones fugaces. Según Hessel y Benjamin, pasear es un arte que requiere reeducar la atención, afinarla: aprender a desplazarla desde lo obvio y llamativo a lo apenas perceptible. En Paseos por Berlín Hessel, tras haber vivido en París, centro de la modernidad, regresa a la ciudad de su infancia en condiciones de apreciar su reciente y acelerada modernización. El nuevo flâneur no merodea por las afueras en busca de la naturaleza, ensimismado, sino que está volcado hacia todo lo que le rodea, desde el centro a la periferia, pero no hacia lo aparente ni tampoco hacia lo monumental.

En el complejo e inabarcable Berlín, Hessel recuperó «el dulce desorden del cuarto infantil». El orden del desorden, la acumulación, gracias a la sorpresa del hallazgo inesperado, obró el milagro de convertir cualquier cosa en un pequeño tesoro, en un regalo.

PRÓLOGO

Franz Hessel, el autor de Paseos por Berlín, nació en 1880 en Stettin (Pomerania) de una familia de ricos comerciantes judíos asimilados. La familia se trasladó pronto a Berlín, donde Franz creció y se educó, y que consideraba su ciudad. A partir de 1900 el sensible e inteligente Hessel adquiere libremente una variada y vasta cultura, sobre todo en medios bohemios. Primero se establece en Schwabing, el barrio de los artistas de Múnich, ciudad en la que frecuenta los círculos de Stefan George y de la rebelde condesa Franziska zu Reventlow; y en aquellos años escribe poesía con una voluntad de perfección formal aprendida de George. A partir de 1906 (y hasta la Primera Guerra Mundial, en la que es movilizado) Hessel pasará largas temporadas en París. Allí vive intensamente el ambiente literario y artístico, codeándose tanto con los supervivientes de la cultura de fin de siglo como con los vanguardistas. En París conoce a Henri-Pierre Roché, crítico y amigo de los principales artistas del momento. Y entre los expatriados alemanes conoce también a la pintora y periodista de moda Helen Grund. Los altibajos del triángulo amoroso que formaron inspirarán la novela Jules y Jim (1953) de Roché, llevada al cine por Truffaut, así como la novela Romance en París (1920) de Hessel, publicada en España por esta misma editorial. Hessel se casó con Helen Grund: uno de sus dos hijos, Stéphane, naturalizado francés, se hizo muy famoso en años recientes por su influyente escrito ¡Indignaos! Y al mismo tiempo el donjuanesco Roché protagonizó una intermitente historia de amor con Helen, una relación entrelazada con la vida del matrimonio.

Franz Hessel trabajó freelance, como traductor y periodista literario. Vertió al alemán, entre otros, a Balzac, Jules Romains, Stendhal, Julien Green, Albert Cohen y las Memorias de Casanova (en colaboración). Con Walter Benjamin tradujo varias partes de En busca del tiempo perdido de Proust. En los años veinte y treinta estuvo muy ligado a la importante editorial Rowohlt como lector y traductor, a veces desde París, donde se refugió in extremis en 1938. Poco antes de la guerra (al igual que Benjamin), y de nuevo al estallar, fue internado en un campo como «ciudadano enemigo». Liberado en julio de 1940, murió en el sur de Francia en enero de 1941.

Culto y sensible, además de cordial y generoso, Franz Hessel aconsejó e inspiró a quienes lo rodearon. Pero su influencia tardó en reconocerse, debido a su modestia y discreción («maestro n voz baja» lo han llamado). Así, por ejemplo, su amigo Walter Benjamin lo declaró pionero e iniciador suyo en la teoría y práctica de la flânerie. Sin embargo, no fue hasta finales de los años ochenta cuando, desde el campo de los estudios benjaminianos, el crítico Bernd Witte rescató a Hessel de un largo olvido. Y este interés favoreció las nuevas ediciones de sus obras en el sello alemán Das Arsenal. Después lo reivindicaron dos importantes libros sobre el arte de pasear en la cultura de la república de Weimar: Strassenrausch [Embriaguez callejera] de Eckhardt Köhn y The Art of Taking a Walk de Anke Gleber. Los descendientes de Hessel aportaron entonces testimonios y textos inéditos (una novela inacabada y fragmentos de un diario) incorporados en 1999 a unas obras completas en cinco tomos a cargo de la editorial Igel, que, además, en 2014 ha publicado una biografía del escritor por Magali Nieradka.

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