
Ficha técnica
Título: ¡No te prives!. Defensa de la ciudadanía | Autor: Fernando Savater | Editorial: Ariel | Colección: Biblioteca Fernando Savater | Género: Ensayo | ISBN: 978-84-344-1861-5 | Páginas: 224 | Formato: 14,5 x 23 cm.| Encuadernación: Rústica con solapas | PVP: 14,95 euros | Ebook: 9,99 euros
¡No te prives!
Fernando Savater
Ser político en el sentido auténtico del término, no en el insultante y pueril, es preferir enmendar errores a linchar culpables. Actualmente, en España, los debates políticos giran en torno al rechazo abrupto a los gobernantes por ineficaces o corruptos, la desconfianza en las instituciones a causa de la crisis económica y las pulsiones separatistas en Cataluña o el País Vasco. Pero no siempre queda claro en todas estas cuestiones en qué consiste el papel de la ciudadanía democrática, que es lo que realmente está en juego.
Con la fuerza y la valentía que le caracteriza, Savater trata de dilucidar ese punto y plantear la irrenunciable defensa de los derechos y garantías del ciudadano, recordando también sus deberes: porque sin apoyarse en ellos cualquier intento de solución política está condenado de antemano a la frustración o la involución democrática hacia populismo retrógrados. Una obra combativa pero que no renuncia juntamente a ser pedagógica.
Primera parte
Ciudadanos sin remedio
Ciudadanía fraccionada
En una de sus cartas, Voltaire asegura que los humanos tenemos un número determinado de dientes, cabellos e ideas que con los años vamos perdiendo paulatinamente hasta quedar reducidos al despojado modelo que la vejez presenta al público. Puedo dar fe personal de ese desguace, pero no todos sus registros me parecen igualmente deplorables. En concreto el adelgazamiento de la provisión ideológica tiene bastante de beneficioso. La experiencia demuestra que rebosar de ideas no es señal de gran inteligencia sino más bien de lo contrario: los sabios las someten al mismo régimen que las juergas y se permiten muy pocas. A quienes no lo somos, nos viene bien que el tiempo nos desbroce de la excesiva facundia, sobre todo en lo político. A mí me ha dejado reducido al ideal socialdemócrata y poco más. Ya sé que el término les suena peyorativo y anticuado a amigos a los que intelectualmente aprecio, porque les recuerda la propaganda ineficaz o nociva de ciertos socialistas al hispánico modo, pero a mi juicio equivale al sentido común (un punto escéptico) aplicado a la gestión de lo común. Aún más, creo que se trata ni más ni menos de lo que George Orwell (a quien por cierto ahora algunos, a propósito de Snowden, confunden con Mercedes Milá) llamaba common decency, la decencia corriente en lo que toca a lo común.
Ahora estamos viendo que la socialdemocracia, con su combinación cívica de derechos y deberes, su énfasis en la defensa de un espacio vital y unos servicios públicos no sometidos a la mera regulación comercial y su principio de que toda riqueza es social y por tanto debe ser socialmente responsable, no es una aspiración política facilona ni aburridamente modesta como algunos han podido suponer. Aún menos, desde luego, una suerte de totalitarismo light que marchita o proscribe la excelencia individual. Más bien se trata del auténtico esfuerzo revolucionario de la era contemporánea, contra la que han ido creciendo obstáculos institucionales y económicos que revelan el fondo subversivo de sus aparentemente sosegadas propuestas.