Ficha técnica
Título: Mortalidad | Autor: Christopher Hitchens| Traducción: Daniel Rodríguez Gascón | Editorial: Debate| Colección: Debate | Género: Ensayo | ISBN: 9788499922454 | Páginas: 128 | PVP: 12,99 € | Publicación: 25 de octubre de 2012
Mortalidad
Christopher Hitchens
El 8 de junio de 2010, durante la gira de promoción de su libro de memorias, Hitch-22, un insoportable dolor en el pecho y el tórax dejó postrado a Christopher Hitchens en su habitación de hotel en Nueva York. Como escribiría más tarde en una de sus premiadas columnas en Vanity Fair, se vio deportado de repente «del país de los sanos al otro lado de la dura frontera que rodea la tierra de la enfermedad». A lo largo de los siguientes dieciocho meses, hasta su muerte en Houston el 15 de diciembre de 2011, siguió escribiendo con la misma frecuencia y brillantez que siempre, asombrando a sus lectores con su capacidad de trabajo en las peores condiciones.
Durante su enfermedad, un cáncer de esófago, Hitchens rechazó insistente y gallardamente el consuelo de la religión, y prefirió enfrentarse a la muerte mirándola de frente. En este emocionante relato de esos meses, Hitchens describe los tormentos de la enfermedad, discute sus tabúes y analiza cómo transforma la experiencia humana y cambia la relación del enfermo con el mundo que le rodea.
Mortalidad es la historia ejemplar de la resistencia de un hombre a retroceder al enfrentarse a lo desconocido, así como una penetrante mirada a la condición humana. Intenso y poderoso, atravesado de su característica inteligencia, el testamento de Hitchens es una obra literaria valiente y lúcida, una afirmación de la dignidad y el valor del ser humano.
I
Me he despertado más de una vez sintiendo que me moría. Pero nada me había preparado para la mañana de junio en la que, al recobrar la conciencia, me sentí como si de verdad estuviera encadenado a mi propio cadáver. Toda la cavidad de mi pecho y mi tórax parecía haberse vaciado y después llenado con cemento de secado lento. Me oía respirar débilmente, pero no podía llenar de aire los pulmones. Mi corazón latía demasiado deprisa o demasiado despacio. Cualquier movimiento, por pequeño que fuera, requería premeditación y planifi cación. Me exigió un esfuerzo extenuante cruzar la habitación de mi hotel de Nueva York y llamar a los servicios de urgencias. Llegaron con gran rapidez y se comportaron con inmensa cortesía y profesionalidad. Tuve tiempo de preguntarme para qué necesitaban tantas botas y cascos y tanto pesado equipamiento de apoyo, pero ahora que visualizo la escena retrospectivamente la veo como una deportación muy amable y firme, que me llevó desde el país de los sanos a la frontera inhóspita del territorio de la enfermedad. En unas horas, tras realizar una buena cantidad de trabajo en mi corazón y mis pulmones, los médicos de ese triste puesto fronterizo me habían enseñado unas cuantas postales del interior, y me habían dicho que mi siguiente e inmediata parada tendría que ser con un oncólogo. Alguna clase de sombra se proyectaba en los negativos.
La tarde anterior, había presentado mi último libro con una exitosa celebración en New Haven. La noche que siguió a esa terrible mañana debía ir a The Daily Show con Jon Stewart y luego acudir a un debate público con Salman Rushdie en la calle Noventa y dos. Y, en el Upper East Side, para el que se habían agotado las entradas. Mi brevísima campaña de negación asumió esta forma: no anularía esas citas ni decepcionaría a mis amigos, ni perdería la oportunidad de vender un montón de libros. Logré asistir a los dos actos sin que nadie percibiera nada extraño, aunque vomité dos veces, con una extraordinaria combinación de precisión, limpieza, violencia y profusión, justo antes de cada evento. Eso es lo que los ciudadanos del país enfermo hacen cuando siguen aferrándose desesperadamente a su viejo domicilio.