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Ficha técnica

Título: Matar a otro perro | Autor: Marek Htasko | Traducción: Jerzy Slawomirski y Anna Rubió |  Editorial: Malpaso Páginas 200 | Formato: 14 x 21 cm  |  Encuadernación: Tapa dura  Precio: 18,50 euros |  Fecha: mayo 2016 | ebook: 6,99 euros

Matar a otro perro

Marek Htasko

MALPASO

Híbrido inclasificable, a caballo entre la novela negra, el guión cinematográfico y la fábula existencial, Matar al segundo perro (1965) es la crónica de una estafa perpetrada por dos timadores polacos exiliados en Israel, especializados en desplumar a turistas adineradas. En los pocos días que tardan en planear y llevar a cabo uno de sus golpes, condensados en una sucesión de diálogos casi ininterrumpida, Hłasko consigue articular un relato magistral y dos personajes gloriosos, desesperados e implacables: Jacob, un galán en horas bajas, con un pasado traumático a cuestas y más escrúpulos de los que aparenta; y Robert, el cerebro de la operación, teórico teatral de sobremesa y gran enamorado de la obra de Shakespeare, para el que lo esencial, además de conseguir una buena rentabilidad, es ofrecer a su «público femenino» una representación digna.

Con su realismo brutal y su singular don para el diálogo y la construcción narrativa, Hłasko nos conduce a un mundo extraño, crudo e inhóspito, donde la violencia es la norma y el amor rara vez más que una farsa, un numero de ilusionismo ensayado incansablemente y representado sin piedad hasta el último detalle.

«Un escritor autodidacta y con una extraordinaria capacidad para la narrativa y el diálogo. Un rebelde nato, un agitador contumaz con un inmenso encanto.»» Roman Polanski

«Portavoz de los furiosos y maltratados, turbulento, temperamental y torturado.» The New York Times 

 

PÁGINAS DEL LIBRO

Desde Haifa había más de dos horas de viaje y, casi a medio camino, nos dimos cuenta de que aquel individuo estaba muy mal. El taxista dijo que ya faltaba poco para Tel Aviv, mientras conducía su vieja carraca a toda pastilla, haciendo chirriar los neumáticos en las curvas. Nos sentíamos un poco como actores de una película de gánsteres. En un momento dado, incluso intentó pararnos un policía; levantó la mano, pero el taxista no se detuvo. Por el retrovisor vimos que el policía iba a buscar la Harley, que tenía aparcada a la sombra, pero al final desistió; hacía demasiado calor. Se quitó el casco y se quedó allí, plantado en el centro de la carretera, enjugándose con la mano el sudor de la cara.

     -¿Cómo está? -preguntó el taxista sin volver la cabeza.

     -En las últimas -dijo Robert; se volvió hacia mí-. Silencio y oscuridad no le van a faltar ahora. A ver si se vuelve a sentir decepcionado.

     -¿Lo conocíais? -preguntó el taxista.

     -No -dije. 

     Tenía que sujetar al perro por el collar: llevaba un buen rato gruñendo, muy agitado. Seguramente el moribundo lo ponía nervioso.

     Al llegar a Tel Aviv, el hombre la diñó apenas lo hubimos sacado del taxi entre los tres: Robert, el taxista y yo. Lo dejamos sobre un banco a la espera de la ambulancia, y un alma caritativa le cubrió la cabeza con una revista ilustrada desde la que el retrato de un actor nos miraba ahora con los ojos coloreados. Robert levantó la revista y echó una ojeada al rostro del muerto.

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Marek Htasko

Marek Hłasko (Varsovia 1934 - Wiesbaden, Alemania, 1969) fue uno de los escritores más controvertidos de la posguerra polaca. A los dieciséis años, tras una infancia marcada por los horrores de la guerra y la ocupación, comenzó a trabajar de camionero. Luego probaría suerte como albañil, vendedor ambulante y conductor de metro. En 1951 escribió su primer libro de relatos, un éxito en su país que le proporcionó cierta fama internacional como enfant terrible de las letras polacas. Las novelas El octavo día de la semana (1957) o El próximo en el paraíso (1958) lo consolidarían como una de las voces más personales entre quienes se rebelaban contra la hipocresía del sistema. Luego de ser repudiado por el Partido Comunista y tras varios años de exilio político y excesos etílicos en los Estados Unidos, Israel, Francia y Alemania, Hłasko murió en Wiesbaden tras ingerir un cóctel letal de alcohol y sedantes. En años recientes se ha empezado a recuperar su valiosísimo legado literario.

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