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Ficha técnica

Título: Manual para viajeros por España y lectores en casa | Autor: Richard Ford | Editorial: Turner | Traductor: Jesús Pardo  |Precio: 20 € | Páginas: 256 | Formato: Rústica 15 x 24 cm. | Publicación: Septiembre de 2008 | Género: Manual de viajes ISBN (Obra completa): 978-84-7506-856-5 | ISBN (Tomo I): 978-84-7506-859-6| Nº de fotos en B/N: 27. La obra completa consta de siete tomos.

Manual para viajeros por España y lectores en casa

Sir Richard Ford

TURNER

En octubre de 1830, Richard Ford llegó a Sevilla con su familia y fijó su residencia allí durante más de tres años. En ese tiempo, recorrió gran parte del país a caballo o en diligencia, tomando nota de todo lo que veía y oía en una serie de cuadernos, que llenó con descripciones de los monumentos y obras de arte que más le habían llamado la atención. A partir de estas notas se publicó en 1845 A Hand-Book for Travellers in Spain, que despertó de inmediato una sensación en su país. Temeroso de ofender la sensibilidad de españoles y franceses («aunque yo sólo pretendía ser un caballero»), posteriormente destruyó casi toda esa primera edición para expurgarla drásticamente.

IDENTIDAD. Los iberos nunca quisieron unirse; por el contrario solían, como ahora, mostrar una tendencia constante a separarse en juntas distintas, cada una de las cuales sólo pensaba en sus propias opiniones. De ahí que España sea un manojo de cuerpos pequeños atados unos a otros con una cadena de arena.

GASTRONOMÍA. La filosofía de la cocina española es estrictamente oriental, o sea el guisado y el cocido. La materia prima con que opera el artista es cosa completamente secundaria; la salsa lo es todo, y se añade a todo, lo que tiene la virtud de reducirlo al mismo aroma, que es una especie de extracto de pimiento, tomate, azafrán, aceite y ajo.

IDIOMA. Como el tiempo no tiene valor alguno en España, se han esforzado en alargar las palabras; ningún español pensaría siquiera en decir «Gib» en lugar de «Gibraltar», ya que siempre prefiere tres sílabas a una.

COSTUMBRES. Ya esté en la corrida o en el teatro, ya sea laico o clerical, ya haga tiempo húmedo o seco, el español, durante el día, excepto cuando está durmiendo, se deleita siempre que le es posible con un puro; éste es su nepenthe, su opio placentero.

PAISAJE. Los castellanos sienten especial antipatía hacia los árboles, y raras veces los plantan, excepto los frutales o los que dan sombra a sus alamedas.

                                                    PREFACIO 

De las muchas tergiversaciones de que es objeto España, pocas han circulado de manera más sistemática que la referente a los peligros y dificultades que acosan al viajero. Este país, el más romántico y característico de Europa, puede realmente visitarse a todo lo largo y ancho de su extensión con facilidad y seguridad, porque viajar por él no es peor que lo era en Francia o Italia en 1814, antes de que el ejemplo inglés fuese causa de mejoras. A pesar de todo hay una gran necesidad de un manual práctico, ya que las guías no son satisfactorias, pues pocos españoles viajan por su propio país, y menos aún son los que se arriesgan a viajar fuera de él; por ello, con escasos medios de comparación, no les es posible apreciar las diferencias ni conocer las necesidades y deseos del extranjero. En consecuencia, en sus guías, los usos, ceremonias y demás cosas que les son familiares desde la niñez se pasan por alto frecuentemente sin comentario ni mención, aunque a causa de su novedad para el extranjero sean precisamente lo que este más desea ver mencionado y explicado. Más aún, los indígenas menosprecian con frecuencia o se avergüenzan justamente de las cosas que más interesan y encantan al extranjero, a cuya curiosidad prefieren mostrar lo nuevo más bien que lo antiguo, y en particular sus pobres y pálidas copias de Europa, antes que sus interesantes y estimulantes originales. También a información oral que se consigue de la gente sobre el terreno es generalmente más escasa todavía; y como estos semiorientales desidiosos observan con envidia al forastero que mira o pregunta, tienden a responderle con recelo, evitando contestar claramente, o bien le ponen dificultades o, más aún, por tener la imaginación muy viva, lo engrandecen o empequeñecen todo, según mejor les vaya a sus propias ideas y recelos. Las expresiones nacionales «¿quién sabe?, no se sabe», serán con frecuencia preludio de un «no se puede».

  Esta guía trata de mostrar lo que se puede conocer y hacer en España con la menor dificultad y el mayor grado de satisfacción posibles. Con esta intención se indican ante todo en esta introducción las diferentes maneras de viajar por tierra o mar y las precauciones necesarias que hay que tomar para asegurarse de la comodidad y eliminar el riesgo. Las provincias se van describiendo a continuación en el cuerpo de la obra, una tras otra. Las principales líneas de carretera e intercomunicación, nombres de posadas y calidad del hospedaje en cada caso, todo ello se detalla, y se sugieren también las mejores épocas del año para explorar cada ruta. Se proponen planes de giras, tanto generales como especiales, y se detallan las mejores rutas para objetivos específicos y especificados. Se mencionan las particularidades de cada región y ciudad y se hace una breve reseña de las antigüedades locales, las cosas religiosas, el arte, el paisaje y las costumbres. De esta forma, esta obra, fruto de muchos años de vagabundeo por la Península, es un humilde intento de facilitar la mayor cantidad posible de información útil y entretenida en el menor volumen posible, tanto para el viajero en el país mismo como para el lector en Inglaterra. Las cosas que cualquiera puede ver sobre el terreno con sus propios ojos, como el paisaje, los cuadros, etcétera, raras veces se describen aquí en detalle; se da importancia, sin embargo, a lo que hay que observar, dejando que el espectador saque sus propias conclusiones; y tampoco se crea que se pueda anotar aquí todo lo que hay que ver, sino solamente lo que vale la pena ver: «Nec omnia  dicentur -como dice Plinio (Historia Natural, xiv, 2)- sed maxime insignia».

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Sir Richard Ford

Richard Ford (Londres 1796 - 1858). Hijo primogénito del distinguido magistrado sir Richard Ford, mejor conocido acaso como el creador de la policía montada de Londres, Richard Ford nació en Sloane Street, Chelsea, el 21 de abril de 1796. Su madre, lady Ford, cuyo padre había sido administrador de la East India Company, era una artista aficionada de cierto talento, y enviudó en 1806. El joven Richard sobrellevó todos los rigores de la acostumbrada educación en Winchester y Trinity College, Oxford, antes de estudiar Derecho; pero, aunque se licenció como abogado, nunca llegó a ejercer: sus intereses eran de orden estético más que legal. De gustos refinados y con medios de fortuna propios, entre 1815 y 1822 hizo varios viajes por Europa, durante los cuales empezó a coleccionar grabados y obras de arte. En 1824, se casó con Harriet Capel, hija natural -y única- de George, quinto conde de Essex, quien fuera amigo de su padre.

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