
Ficha técnica
Título: Los palimpsestos | Autora: Aleksandra Lun | Editorial: Minúcula | Colección: Micra | Páginas: 164 | ISBN: 978-84-1652922-978-84-943539-5-6 | Precio: 12 euros
Los palimpsestos
Aleksandra Lun
Una brillante sátira sobre un escritor que cambia de idioma.
¿Por qué un escritor cambia de idioma? ¿Hubiera escrito también en su lengua materna? ¿Limita, crear en un idioma aprendido? ¿Qué relación tiene un escritor con su lengua adoptiva? ¿Qué pasaría si la olvidara? Con humor, estas y otras preguntas se plantean -pero no se responden- en esta brillante y aguda sátira.
1
Me llamo Czesław Przęśnicki, soy un miserable inmigrante de Europa del Este y un escritor fracasado, hace tiempo que no mantengo relaciones sexuales y estoy ingresado en un manicomio en Bélgica, un país que lleva un año sin gobierno. Las razones por las que me encuentro entre los fríos muros de un hospital psiquiátrico en el norte de Europa son para mí un misterio igual de inexplicable que el fracaso de mi vida sexual, que desde hace años me tiene sumido en la abulia y la frustración. Nada auguraba que un día acabaría en un manicomio belga cuando hace treinta y cinco años nací detrás del Telón de Acero, en el confuso espacio geopolítico marcado por la hiperactividad de Adolf Hitler. En concreto, el estado que me expide el pasaporte es Polonia, el país de los papas trotamundos, del frío y de los musculosos héroes de guerra entre los cuales, hipocresía aparte, no me incluyo. Soy de anatomía flácida, pelo escaso y naturaleza sumisa, y la totalidad de mi pusilánime persona dista de constituir una fuerza atractiva para los ejemplares sanos del sexo masculino, tanto durante los regímenes totalitarios como en democracia. Antes de que me ingresaran en el hospital psiquiátrico de Lieja, una ciudad de la Bélgica francófona, yo vivía en Vinson, la capital de la Antártida, donde compartía el triste destino de otros miserables inmigrantes de Europa del Este que llegaron al continente blanco con sus recién adquiridos pasaportes. Fue así como aprendí el antártico, un idioma que ahora hablo con soltura aunque con un fuerte acento extranjero y en el que escribí mi primera novela, Wampir, un fracaso editorial.
A pesar de haber publicado un libro, yo nunca había querido ser escritor sino veterinario, y solo puedo achacar a las injusticias del destino que no haya podido seguir mi vocación primera y auténtica. Quizá esa noble profesión me habría llevado por otros caminos de la vida y ahora no estaría ingresado en un manicomio escribiendo una novela, sino dedicándome a actividades más constructivas que la literatura.