Ficha técnica
Título: Lejos de Rueil | Autor: Raymond Queneau | Traducción: Pablo Moíño Sánchez | Editorial: Ediciones del Subsuelo | Colección: Narrativa | Páginas: 204 | Formato: 13 x 20 cm. Rústica | ISBN: 978-84-944328-2-8 | Precio: 17,00 euros | Fecha: octubre 2016 |
Lejos de Rueil
Raymond Queneau
El protagonista, Jacques L´Obole, es un joven cuya existencia no parece especialmente apasionante pero que sueña despierto otras vidas posibles. Cuando la novela comienza, Jacques, hijo de un fabricante de calcetines de Rueil, es un niño sabelotodo, el primero de su clase en gramática. Su fascinación por el cine y su desbordante imaginación lo hacen creerse inventor, cowboy, obispo, conserje, boxeador, fantasma… No es extraño que, años más tarde, ya padre de familia, ingeniero químico y director de un grupo de teatro de aficionados, caiga rendido ante la llegada a la provincia de una compañía profesional de artistas, de cuya cantante se enamora, y acabe convertido en actor de Hollywood.
El lenguaje de Lejos de Rueil es absoluta e inconfundiblemente queniano: conviven los neologismos y las homofonías, las descripciones hilarantes y los diálogos incisivos, las alusiones enciclopédicas y el argot más endiablado. Raymond Queneau, con su característica mirada irónica y un humor a veces ligero y a veces cruel, recorre unos territorios nebulosos, fantásticos con una técnica de escritura que se acerca a menudo a la del cine.
I
Las basuras rodaron por el cubo metálico y se precipitaron en tromba sobre el contenedor, cáscaras de huevo, tronchos, papeles grasientos, mondas. Un olor blando y parasitario acompañó a esta dehiscencia, un olor tampoco tan desagradable, vaya, algo parecido al perfume del musgo húmedo en los bosques muy profundos pero con un regusto a estaño por culpa del recipiente junto al cual se sitúa la carretilla destinada a trasladarlo todo por la acera para los basureros del amanecer. Liberado de su contenido el cubo iba al final de un brazo viril a rehacer el camino del sexto piso cuando sobrevino una criada. A ella le parecía que vaciar detritus no era trabajo de hombre pero no dijo ni pío pues no quería hacer comentarios sobre el espectáculo de aquella sombra masculina que honraba con su presencia en bata el pasillo de la escalera de servicio.
El gentleman le ofrece ayuda porque le parecía que lo que la chica cargaba era pesado pero ella se negó. Le pregunta además si llevaba mucho tiempo en la casa, no, desde ese mismo día. Él lo sabía pues conocía a toda la servidumbre del inmueble, sus usos y costumbres, las entradas y salidas. Subieron juntos en silencio. Llegaron arriba; por muy envuelto que estuviera en seda rameada él vivía a la altura de las buhardillas sencillamente por su afición a los estudios de pintor bajo los tejados, aunque no era pintor.
Propone a la chica que entre un momento en su casa. No se anda usted con rodeos replica ella. Él se encogió de hombros. Pero ¿por quién lo tomaba? Dio unos pasos para ir a llamar discretamente a cierta puerta cerrada ante la cual tarareó el sujeto unos compases de La Traviata. Enseguida apareció una joven de nalgas firmes que sin dudarlo sugiere echar una belote de tres mientras pregunta así que tú eres la nueva. Yo me llamo Thérèse dijo ella y la otra respondió que se llamaba Lulu Doumer.