
Ficha técnica
Título: Lamentaciones de un prepucio | Título original: Foreskin’s Lament | Autor: Shalom Auslander | Editorial: Blackie Boooks | Género: Novela | ISBN: 978-84-937362-9-3 | Páginas: 298 | Formato: 14 x 21 cm. | Encuadernación: Tapa dura | PVP: 21,00 € | Publicación: Junio de 2010
Lamentaciones de un prepucio
Shalom Auslander
Vale, Dios no dice nada cuando Le hablan, asunto a partir del cual se han escrito pliegos interminables, pero no por eso es menos vengativo y cruel. Lógicamente, el mayor conspirador de la historia actúa en silencio, y de Él no hay manera de escapar, como bien sabe cualquier paranoico de orientación pesimista (alguien que ha entendido la situación con enorme claridad y no temería lo peor si no esperase algo mejor).
Estamos hablando de Shalom Auslander, educado en la ortodoxia judía, de la cual se desvió primero a través de la pornografía y la comida no kosher, la marihuana, el hurto y la masturbación compulsiva, y luego a través de una vida que podríamos llamar laica. Aunque el autor sigue creyendo -es decir, temiendo- de modo «agobiante, incurable, miserable». Por eso, ahora que su hijo está por nacer, no sabe si hacerle cortar el prepucio según ordena la tradición o esperar algo peor que la muerte, una tortura más lenta, dolorosa y, sobre todo, divertida a los ojos de Dios.
Dejando de lado la anécdota, este memoir (pues no hay aquí más ficción que en la Biblia, aunque tanto castigo parezca mentira) da cuenta de una rebelión inevitable y al mismo tiempo inútil, pero también de un amor que redime y, sobre todo, de una meditación profunda sobre la identidad. ¿Soberanía y sujeción a partes iguales?
Nadie responde.
Los calificativos «hilarante» aunque «triste», «subver-sivo» e «iconoclasta» pero «piadoso», «conmovedor» y sobre todo «genial» se repiten casi como una plegaria en los muchos elogios de la crítica, junto a las comparaciones con Philip Roth, que no son odiosas porque Auslander incluso sale ganando, Sedaris, Eggers y Woody Allen. Si usted no se ríe con el sufrimiento del autor, le devolvemos el dinero. Pero, si sólo se ríe y no padece y se maravilla y empieza a temer un castigo desproporcionado a su complicidad en la lectura de esta blasfemia, le recomendamos que vuelva a comprarla como se compra a veces, ingenuamente, el perdón.
1
-Bendito sea el Señor, rezábamos.
Y por duros que pudieran ser esos castigos, no eran nada comparados con los castigos que nos administraba él mismo. Se declaraban hambrunas. Había inundaciones. Había terribles venganzas. Hitler quizá matara a los judíos, pero ese hombre ahogó el mundo entero. Ésta era la canción que cantábamos en la guardería.
Dios está allí.
¡Dios está en verdad
en todas partes!