
Ficha técnica
Título: La mercantilización de la vida íntima | Autor: Arlie Russell Hochschild | Editorial: katz | Traducción: Lilia Mosconi | Colección: Serie conocimiento | Páginas: 386 | Precio: 26,50 € | Fecha de aparición: Noviembre de 2008 | Formato: 15 x 23 cm. rústica | ISBN: 9788496859418
La mercantilización de la vida íntima
Arlie Russell Hochschild
A medida que la familia «artesanal» se transforma en una familia postindustrial, las tareas que antes se llevaban a cabo en el interior del núcleo familiar se confían cada vez más a especialistas externos: cuidadores de niños y de personas mayores, enfermeros, profesores de colonias de verano, psicólogos y animadores de fiestas de cumpleaños. Así, producimos menos cuidado familiar pero lo consumimos más. El amor y el cuidado, cimientos de la vida social, suscitan hoy verdadero desconcierto.
Arlie Russell Hochschild, una de las más importantes voces de la sociología feminista, ofrece en esta obra nuevos y penetrantes modos de mirar la vida familiar, el amor, el género, el espacio de trabajo y las transacciones del mercado. Cada capítulo refleja algunas de las arduas negociaciones que debemos realizar día a día para satisfacer las complejas demandas del amor y del trabajo. Así, la obra aborda los temas que nuestra época ha puesto en el sitio central de la interrogación sociológica: las emociones, los géneros, la familia, el capitalismo, la globalización y los modos en que la cultura contemporánea ha mercantilizado la intimidad, la emoción y la vida familiar.
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Amor y oro
En el dormitorio situado en el sótano de la casa donde trabaja, en la ciudad de Washington, Rowena Bautista ha colocado cuatro fotografías sobre la cómoda: dos son de sus hijos -que quedaron en Camiling, una aldea agríco la de Filipinas- y las otras dos son de los chicos de quienes ha sido niñera en los Estados Unidos. Las fotografías de sus hijos, Clinton y Princela, datan de hace cinco años. Tal como le contó recientemente a Robert Frank, reportero del Wall Street Journal, esas fotos «me recuerdan cuánto he perdido». Ha perdido las dos últimas navidades y, en su más reciente visita al hogar, Clinton, que ya tiene 8 años, se negó a tocarla. «¿Por qué volviste?», le preguntó.
Hija de una maestra y un ingeniero, Rowena Batista estudió ingeniería durante tres años, pero luego abandonó la carrera y viajó al extranjero en busca de trabajo y aventuras. Unos años más tarde, durante sus viajes, se enamoró de un ghanés obrero de la construcción, tuvo dos hijos con él y regresó a Filipinas con su nueva familia. Como no conseguía empleo en Filipinas, el padre de sus hijos se trasladó a Corea en busca de trabajo y fue perdiendo contacto con ellos.
Rowena viajó nuevamente al Norte para engrosar las crecientes filas de madres del Tercer Mundo que trabajan en el extranjero durante largos períodos de tiempo porque el dinero que ganan en su país no les alcanza para vivir. Dejó a sus hijos con su madre, contrató una niñera para que ayudara en la casa y viajó a la ciudad de Washington, donde tomó un empleo de niñera cuyos ingresos equivalían a los de un médico rural en las Filipinas. De los 792.000 trabajadores domésticos legales de los Estados Unidos, el 40 por ciento son extranjeros, igual que Rowena. De los inmigrantes filipinos, el 70 por ciento son mujeres, como Rowena.
Rowena llama «mi bebé» a Noa, la niña estadounidense que está a su cuidado. Una de las primeras palabras de Noa fue «Ena», diminutivo de Rowena. Y la pequeña ha comenzado a balbucear en tagalog, la lengua que su niñera hablaba en Filipinas. Rowena levanta a Noa de su cuna a las 7:00 de la mañana, la lleva a la biblioteca, la hamaca en el parque y se acurruca con ella a dormir la siesta. Tal como le explicó a Frank, «le doy a Noa lo que no puedo darles a mis hijos». A su vez, la niña estadounidense le da a Rowena lo que ésta no consigue en su hogar. En palabras de Rowena, «me hace sentir madre».
Los hijos de Rowena viven en una casa de cuatro dormitorios con sus abuelos maternos y otros doce miembros de la familia, ocho de ellos niños, algunos de los cuales también son hijos de mujeres que trabajan en el extranjero. La figura que ocupa el lugar central en la vida de los niños -la persona a quien ellos llaman «Mama»- es su abuela, la madre de Rowena. Pero la abuela trabaja de maestra con horarios sorprendentemente prolongados, desde las 7:00 de la mañana hasta las 9:00 de la noche. Cuando Rowena relata su historia, dice poco acerca de su padre, el abuelo de sus hijos (a los hombres filipinos no se los anima a participar activamente en la crianza de los niños). Y el abuelo materno no se relaciona mucho con sus nietos, por lo cual Rowena ha contratado a Anna de la Cruz, quien llega a la casa todos los días a las 8:00 de la mañana para cocinar, limpiar y cuidar a los niños. A su vez, Anna de la Cruz deja a su hijo adolescente al cuidado de su suegra octogenaria.