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Ficha técnica

Título: La luz es más antigua que el amor | Autor: Ricardo Menéndez Salmón |  Editorial: Seix Barral  | Colección: Biblioteca Breve | Género: Novela | ISBN: 978-84-322-1295-6 | Páginas: 176 | Formato:  13,3 x 23 cm. | Encuadernación: Rústica con solapas |  PVP: 17,00 € | Publicación: 14 de Septiembre 2010

La luz es más antigua que el amor

Ricardo Menéndez Salmón

SEIX BARRAL EDITORIAL

Un lunes de 1350, cuando Europa se recupera de la Peste Negra, el futuro papa Gregorio XI visita al pintor toscano Adriano de Robertis para destruir su última obra, la blasfema Virgen barbuda. El 25 de febrero de 1970, el pintor norteamericano Mark Rothko se corta las venas en su estudio de Nueva York. El 11 de septiembre de 2001, mientras el mundo se adentra en la Era del Desconsuelo, el pintor ruso Vsévolod Semiasin redacta una carta en la que revela las razones de su locura.

La historia de estos tres maestros, basada en un enigma -el destino insospechado de la Virgen barbuda de Adriano de Robertis- y gravitando en torno a una idea central -el compromiso del pintor con su arte frente al poder encarnado por Iglesia, Mercado o Estado-, es el eje conductor de La luz es más antigua que el amor, libro del que un novelista llamado Bocanegra nos habla durante tres momentos cruciales de su vida: el nacimiento de su vocación, la muerte de su esposa y su consagración en el año 2040 como gloria de la literatura universal.

Tras la aplaudida Trilogía del mal, Ricardo Menéndez Salmón regresa con un texto audaz que admite ser leído como un ensayo sobre el genio artístico, como una novela de aprendizaje e incluso como una obra de misterio. Sustentado sobre un lenguaje en el que resuenan ecos de algunos de sus modelos (Doctorow, Michon, Sebald), La luz es más antigua que el amor es un libro de una originalidad sorprendente y de una hondura ética y estética desacostumbradas.

 

I. EL ATENTADO

    Receloso del ímpetu de su montura, un orgulloso bayo español, Pierre Roger de Beaufort echa pie a tierra quejándose del mal tiempo. Resulta estimulante escuchar cómo blasfema en purísimo y diáfano latín uno de los hombre más poderosos de la cristiandad, sobre todo si se considera que este servidor de Dios apenas cuenta veinte años. Aunque, en efecto, la queja del cardenal diácono, futuro Gregorio XI, no parece desproporcionada, pues lleva lloviendo sin descanso desde hace dos semanas, en concreto desde que De Robertis se encerrara en la torre del homenaje del castillo de Sansepolcro para completar su última obra.

    Beaufort entrega a un fámulo las bridas de su caballo con mano acostumbrada a conceder y quitar. Es la mano de un príncipe de la Iglesia, órgano de unción y condena, sinécdoque del propósito ecuménico al que representa, mano que en el futuro será recordada en los libros de texto como la del último francés que guardó entre los mortales las llaves del Cielo.

    Entre tanto, sobre la pared norte de la torre del homenaje del castillo de Sansepolcro, como una ofrenda inscrita en un cubo de piedra, otras manos las de De Robertis, han concluido el fresco que, ocupando apenas cuatro metros cuadrados, amenaza con derrumbar un antiguo mundo de principios.

    A los pies de la pintura, huellas de una tarea tan humilde como imperecedera, pueden verse fragmentos de pared, racimos de uvas y pepitas de cerezas, unas sandalias destrozadas, un ánfora con aceite griego que destila lágrimas perfumadas.

    Ahí está -insolente, blasfema, perturbadora- la razón que ha hecho a Beaufort subirse a un veloz, ardiente caballo, para cabalgar desde Florenciacon una queja soberana en los labios y un proyecto de excomunión redactado sobre pergamino. Aquí está, insolente, sí, pero seductora; blasfema, por descontado, pero deslumbrante; perturbadora, sin duda, pero al tiempo inolvidable: la Virgen barbuda de Adriano de Robertis, retando a Beaufort desde el misterio de sus ojos esquivos, ocultos bajo unos párpados dolientes e hinchados, párpados de fantasma o de resucitada, que anticipan los que un siglo más tarde cierto compatriota del cardenal diácono, de nombre Jean Fouquet, regalará a su Virgen del Díptico de Melun.

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Ricardo Menéndez Salmón

Ricardo Menéndez Salmón, nacido en Gijón en 1971, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Oviedo. Director literario de KRK Ediciones, ha ejercido la crítica cultural en los diarios ABC, El Comercio y La Nueva España, y en las revistas El Mercurio, Quimera y Tiempo. Autor de un singular libro de viajes, Asturias para Vera (2010), ha publicado los libros de relatos Los caballos azules (2005) y Gritar (2007), y las novelas La filosofía en invierno (1999 y 2007), Panóptico (2001), Los arrebatados (2003) y La noche feroz (2006). Sus tres novelas anteriores en Seix Barral, La ofensa (2007), Derrumbe (2008) y El corrector (2009), que conforman lo que se ha denominado Trilogía del mal y han sido saludadas con grandes parabienes por la crítica, lo han convertido en uno de los escritores más prestigiosos en el panorama de la narrativa contemporánea española. Traducida al catalán, francés, italiano, neerlandés y portugués, su obra ha recibido premios como el de la Crítica de Asturias, el de la Crítica de la Feria del Libro de Bilbao, el Casino de Mieres de Novela, el Qwerty de Barcelona Televisión, el Juan Rulfo de Relato y el Llanes de Viajes.

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