Ficha técnica
Título: La lluvia de los inocentes | Autor: Andrés Ibañez | Editorial: Galaxia Gutenberg | Colección: Narrativa | Género: Novela | ISBN: 978-84-8109-967-6 | Páginas: 480 | También disponible en ebook | PVP: 23,00 € | Publicación: Febrero de 2012
La lluvia de los inocentes
Andrés Ibáñez
Novela generacional, Andrés Ibáñez narra en ella la adolescencia y la primera juventud de la generación de los ochenta. Trufada de referentes musicales, cinematográficos, de lecturas de novelas y de cómics, serán muchos los que se reconocerán en las peripecias de sus protagonistas y en la España de aquella época, la del asentamiento de la democracia pero también del primer desencanto, la de la movida madrileña pero también la de los primeros pelotazos.
Una novela nostálgica e irónica a la vez que busca la identificación del lector en esta crónica escrita por uno de los novelistas más destacados de su generación.
Con Andrés Ibáñez, Galaxia Gutenberg inicia la incorporación en su catálogo de narradores jóvenes con gran proyección.
LLUVIA
Mi habitación se abre a la lluvia.
Mi ventana es un ojo abierto a la sorpresa de la lluvia de Madrid. Es una habitación de Madrid, lo cual es misterioso, porque hacía muchos años que no vivía en Madrid, y ahora, cuando pienso en esta ciudad, mis recuerdos se parecen mucho más a los sueños que a los verdaderos recuerdos. Sin embargo, puedo pensar que es uno el que recuerda y otro el que sueña. Qué extraño, comenzar una historia declarando que el que la cuenta es, en realidad, otro. Qué extraño ser otro y perderse en las ensoñaciones de la lluvia de Madrid. Qué dulce era la lluvia en Madrid sobre las losas grises. Puesto que ya no puedo recordar Madrid, la sueño. Entonces encuentro la libertad. Mis sueños no son míos. Mis recuerdos, en caso de tenerlos, serían míos, lo cual les despojaría de todo aura de misterio, pero mis sueños no son míos. Soy libre, puesto que puedo soñar Madrid. No soy yo el que escribe estas páginas. No soy yo el que sueña. Nadie es responsable de sus sueños (al menos, esto era lo que creía yo hace un año), y por tanto, puedo soñar la lluvia sobre las losas grises de las calles de Madrid, la lluvia cayendo por entre el laberinto de acacias, la lluvia atravesando la luz transparente de Madrid en el laberinto de acacias y plátanos, los cedros de los jardines de las embajadas y las románticas calles empedradas en las que se elevan hoteles de principios de siglo pintados de amarillo limón. Seguramente casi nadie reconocerá esas imágenes: la intensa claridad de los días de otoño, las aceras llenas de hojas amarillas, las nervaduras delicadas de las hojas de los arces cubriendo la acera como una alfombra, las madreselvas surgiendo sobre los muros de piedra, las calles empinadas, la paz misteriosa de esos barrios ajenos al tiempo.
Sólo en otoño suceden cosas en Madrid. En otoño la realidad desciende como una lluvia fi na. Es la realidad lo que pone las hojas amarillas. Sé que nunca podré disfrutar del otoño en ningún lugar más que en Madrid, porque sólo durante el otoño Madrid se abre entre las nubes de la ensoñación y entra en la nítida claridad de lo real.