
Ficha técnica
Título: La habitación de Nona | Autora: Cristina Fernández Cubas | Editorial: Tusquets | Colección: Andanzas CA-855 | Páginas: 208 | ISBN: 978-84-9066-075-1 | Precio: 16,35 euros (IVA no incluido) | ebook: 9,08 € (IVA no incluido)
La habitación de Nona
Cristina Fernández Cubas
Una niña siente una envidia creciente hacia su hermana Nona a quien todo lo que le ocurre es «especial» y, lo que es peor, le ocurre a escondidas. Una mujer al borde del desahucio confía en una benévola y solitaria anciana que le invita a tomar café. Un grupo escolar comenta un cuadro, y de repente alguien ve en él algo inquietante que perturba la serenidad del momento. La narradora se aloja en un hotel madrileño y al salir vive un salto en el tiempo… Cristina Fernández Cubas revisita la infancia y la madurez, la soledad y la familia, la cotidianidad de nuestras casas y nuestras ciudades y nos descubre que en todos ellos tal vez aniden inadvertidos el misterio, la sorpresa y el escalofrío.
PÁGINAS DEL LIBRO
Mi hermana es especial. Lo dijo mi madre el día que nació, en la habitación blanca y soleada de la clínica. Y dijo además: «Especial es una palabra muy bonita. Que no se os olvide nunca». No se me ha olvidado, a la vista está, pero es más que posible que la escena que acabo de relatar no tuviera lugar en la clínica, sino mucho después en cualquier otra habitación, y que Nona no fuera tampoco una recién nacida, ni siquiera un bebé, sino una niña de tres o cuatro años. ¡Quién sabe! Me cuentan que puede tratarse de un falso recuerdo y que nuestras engañosas memorias están llenas de falsos recuerdos. Me aseguran también que ciertas peculiaridades -lo llaman así: «peculiaridades»- no suelen apreciarse en los primeros tiempos. Todo eso -y el dato de que cuando nació yo era demasiado pequeña para acordarme- me inclina a pensar que, en efecto, se trata de un recuerdo inventado. O de algo todavía más sutil. «Elaborado», que diría quien yo me sé. Porque antes de que Nona viniera al mundo mi vida era muy diferente. No la recuerdo bien, pero sé que era diferente. Y tengo sobradas razones para pensar que mejor. Mucho mejor. Pero Nona nació, las cosas cambiaron para siempre y, seguramente por eso, me acostumbré a situar las palabras de mi madre el mismo día de su llegada al mundo. Aquel día yo también nací a una nueva vida. Mi vida con Nona.
La verdad es que yo hubiera preferido un hermano, pero no me costó demasiado conformarme con Nona. De pequeña, parecía una muñeca. Tenía la piel muy fina, los ojos achinados y los labios gruesos. Cuando dormía -y sus ojos desaparecían formando una raya- abría la boca y la dejaba así mucho rato, como si no pudiera cerrarla o estuviera a punto de decirnos algo, ella que aún no sabía hablar y que tardaría más de lo razonable en pronunciar palabra. A mí me gustaba su boca, tan carnosa, tan grande. Y a la abuela también. «Tiene los labios de Brigitte Bardot», dijo un día junto a la cuna. Y luego me explicó: «Brigitte es una estrella de mi época.