
Ficha técnica
Título: Karl y Anna | Autor: Leonhard Frank | Traducción: Elena Sánchez Zwickel | Editorial: errata naturae | Colección: El Pasaje de los Panoramas | Género: Novela | ISBN: 978-84-15217-42-8 | Páginas: 112 | Formato: 14 x 21,5 cm. | PVP: 14,50 € | Publicación: 4 de marzo de 2013
Karl y Anna
Leonhard Frank
En plena Primera Guerra Mundial, Richard, el marido de Anna, sobrevive y trabaja con Karl durante meses en un campo de prisioneros siberiano. Día tras día, para hacer más llevadera su situación, le narra a su inseparable compañero cada detalle, esencial o sin importancia, de su pasada vida con Anna, a la que añora continuamente. La situación de desamparo, las vívidas evocaciones de Richard, la nostalgia de un amor verdadero lograrán al fin que Karl se enamore de esa imagen femenina que con el tiempo ha adquirido para él rasgos cada vez más reales, con sus texturas y olores, con sus deseos y anhelos; una imagen que lo impulsa también, al fin, a vivir y renacer tras el desastre.
El azar separará a ambos amigos, y Karl huirá hacia Alemania para conocer al fin a Anna y hacerse pasar por su marido, sirviéndose de su parecido físico con Richard y de las terribles inseguridades provocadas por la guerra.
¿Engaño o verdad más alta que la verdad? Es ésta una narración que huye de términos como verosimilitud y mentira y consigue que una historia de amor sea también una novela filosófica; una novela que se sirve de muchos de los recursos del teatro del barroco para tejer no una historia de confusiones y apariencias sino una profunda reflexión, emocionante por momentos, sobre el poder consolador y renovador del amor y el poder incontestable de las palabras.
I
Por encima de la lejana, muy lejana, curva planetaria que es el horizonte en la estepa, en la frontera entre Europa y Asia, surgió, más pequeño que un pájaro cantor, un punto que se aproximaba a los dos hombres a gran velocidad, pero que parecía, sin embargo, permanecer inmóvil en el mismo lugar de su azul lejanía, tan poderosamente grandes eran allí el cielo y la tierra.
A pesar de la rapidez de su vuelo, el avión tardó un cuarto de hora en hacerse reconocible como tal. Se mantenía siempre a la misma altitud y, sin embargo, parecía ascender en un vasto arco hacia el cielo.
Al volar sobre los dos hombres, a través de la centelleante atmósfera, vio el aviador una gigantesca cruz negra, cuyos brazos, de varios kilómetros de longitud, surcaban la estepa: un foso longitudinal y un foso transversal, cavados por aquellos dos hombres en la oscura tierra esteparia.
El aviador no podía adivinar a qué fin obedecían, en la estepa inhabitada y solitaria, aquellos dos fosos en cruz. Prosiguió su vuelo hacia el oeste, siempre a igual altura, pareciendo deslizarse ahora hacia la tierra en un inmenso arco, y al cabo de un cuarto de hora se hundió de nuevo, diminuto pájaro cantor, en el horizonte de la estepa.