Ficha técnica
Título: Jaime Salinas. El oficio de editor | Autores: Jaime Salinas y Juan Cruz Ruiz | Editorial: Alfaguara | Colección: Fuera de colección | ISBN: 9788420415208 | Páginas: 288 | Formato: 15 x 24 cm.| Encuadernación: Rústica | PVP: 18,00 € | Publicación: 13 de noviembre de 2013
Jaime Salinas. El oficio de editor
Juan Cruz Ruiz
Esta larga conversación se produjo en el otoño de 1996. En ese momento Jaime Salinas escribía sus memorias y Juan Cruz era director de Alfaguara, la editorial que el propio Salinas había convertido en uno de los catálogos literarios más prestigiosos de la lengua española algunos años atrás.
Salinas abrió para Alfaguara las literaturas del mundo y le dio una impronta a su colección. Enric Satué tradujo esa ambición de coherencia en el diseño de una inolvidable colección morada y gris, meramente tipográfica, que es una de las más importantes contribuciones al diseño editorial español.
Juan Cruz sumó a esa Alfaguara internacional de Jaime Salinas una apuesta por la literatura en español y por América Latina, buscando generar caminos de ida y vuelta para los libros publicados a ambos lados del Atlántico, como una suerte de puente imaginario que uniera las orillas.
El sello Alfaguara cumple 50 años en el 2014. Para empezar a celebrarlo quisimos recuperar este libro que, por una suma de azares, nunca llegó a ser tal hasta hoy. Un homenaje a Jaime Salinas, el motor inicial de esta historia editorial y, a través de él, al oficio de editar y vender libros. Porque el problema de la edición, por muchos cambios que experimente, sigue siendo el mismo: poner un libro en manos de un lector. Esta conversación es un testimonio vivo de ello.
Pilar Reyes. Directora Editorial. Alfaguara
El dibujo de Jaime
La peripecia de este libro parece dibujada por Jaime Salinas. Él no quiso que se publicara en su día, en torno a 1998, cuando se terminó como un encargo de un amigo común, el editor Mario Muchnik. En ese momento él estaba acabando, o tenía por publicar, sus memorias, Travesías, que obtuvieron el premio Comillas convocado por la editorial Tusquets. Y no quería por nada del mundo perjudicar la salida de ese libro con la intromisión de otro en el que él fuera también el protagonista. Así que lo guardamos el editor y yo y lo dejamos reposar.
Los avatares editoriales confundieron lo provisional con lo eterno. Entonces no disponía yo de los dispositivos electrónicos que ahora hubieran hecho posible el control del manuscrito, y éste se perdió, se extravió, se esfumó de entre nosotros. Ni Salinas ni yo ni Mario Muchnik pensamos mucho en ello; lo dimos como el resultado de una experiencia placentera que a mí (y a quienes tuvieron que ver con ella, como Ruth Toledano, mi amiga, que colaboró asistiendo a las conversaciones y que luego hizo las transcripciones correspondientes) nos alegró la vida y nos regaló conocimiento y perspectiva. Gracias a esas conversaciones con Jaime vivimos días inolvidables que aquí se cuentan y se acrecentó nuestra común amistad con este personaje misterioso y cordial que abrió su casa y su alma, tan discreta y llena de veladuras, a mis preguntas y a nuestras distintas amables inquisiciones.
El libro, ya digo, sufrió un extravío singular, que se parecía mucho a la voluntad de Salinas de no hacerlo. Recuerdo haberle hecho una entrevista grabada a Juan Rulfo; cuando fui a transcribir la cinta, el poderío mágico del autor de Pedro Páramo había conjurado el peligro, y sólo un milagro permitió luego que alguien apareciera con otra cinta en la que casualmente estaba también grabada la charla. Pues lo mismo debió suceder con Jaime Salinas: acaso su poder hipnótico, el que usaba para quedar al margen, había actuado sobre nuestro manuscrito hasta acabar con él.