
Ficha técnica
Título: Habitaciones privadas | Autor: Cristina Peri Rossi | Editorial: Menos Cuarto | Colección: Reloj de arena, 57| Género: Novela | ISBN: 978-84-96675-82-7| Páginas: 112 | Formato: 14 x 21 cm.| Encuadernación: Rústica | PVP: 13,50 € | Publicación: 12 de Marzo de 2012
Habitaciones privadas
Cristina Peri Rossi
Si un extraño aterrizara en una de nuestras grandes ciudades y quisiera saber cómo viven y qué sienten los urbanitas, este libro le daría una visión sutil e irónica de los deseos, los conflictos y las ilusiones del ser humano de hoy. Todos los relatos comparten ese escenario urbano y su desarrollo en espacios cerrados: un after hours, un cuarto de hotel, un plató de televisión o una oficina. Los pequeños dramas cotidianos y la búsqueda de amistad, amor o sexo muestran los aspectos más conflictivos del capitalismo tardío. Disfruten, padezcan, gocen y regocíjense con Cristina Peri Rossi y sus Habitaciones privadas, nuestro mundo, con sus ilusiones y sus frustraciones.
Las tres eses
No creo que haya sido una buena idea que Álex nos acompañara. El chico podía haberse ido a un campamento en el Ampurdán o de intercambio a algún rancho de Arizona, para aprender inglés, pero mi mujer insistió y él parece estar a gusto en este piso de alquiler en la costa, más pequeño que el de la ciudad, aunque más ruidoso, si cabe: abajo, frente a la playa, hay una hilera de chiringuitos de comida barata (paellas esclerosadas y rojas sangrías de vino agrio), tiendas de suvenires, altavoces sonando toda la noche con algo que Álex y sus amigos suelen llamar inexplicablemente música.
-No lo ves todo el día enchufado al móvil o a los auriculares porque nunca estás en casa -me recordó Fanny.
-Si está enchufado todo el día al móvil y a los auriculares en casa, ¿para qué quiso venir al balneario? -le pregunté a mi mujer, olvidando que fue ella quien insistió. Tuve que gritarle porque aunque el piso es pequeño, el ruido impide oírnos, igual que en la ciudad. En la ciudad, son los autos, las ambulancias, los televisores; en la playa, son los autos, los chiringos, los turistas, las motos. Me asomé al balcón: vi a la humanidad medio en pelotas, y la verdad, no era un espectáculo muy reconfortante. Alguien había dicho alguna vez que el verano era la estación más vulgar del año. Sol, sangría y sexo, eso es lo que vendemos, pensó. Las tres eses. Si este país tuviera que vivir de otra cosa, seríamos subdesarrollados, tercermundistas.