
Ficha técnica
Título: Fachadas | Autor: Eric Lundgren | Traducción: Esther García Llovet | Editorial: Malpaso |
Formato: Tapa dura | Tamaño: 14x21cm | Páginas: 224 | ISBN 978-84-15996-56-9 | Precio 19 euros
Fachadas
Eric Lundgren
Trude es una ciudad imaginaria situada en el Medio Oeste norteamericano que cuenta con biblioteca, teatro de la ópera, secta cristiana propia y un alcalde empeñado en acabar con los libros y la lectura. Es una ciudad programada desde su fundación, cuidadosamente planificada por un arquitecto de origen centroeuropeo, un tal Bernhard, que quiso dejar su impronta en la planificación de una población.
La desaparición de una mezzosoprano, Molly, que durante años ha sido la estrella de su ópera, incidente que sólo parece importar al marido de la cantante, nos aboca a un falso thriller donde nada es lo que parece.
Fachadas combina características de la novela policíaca, de la novela gótica y de las utopías del barroco y del siglo XVIII en una fórmula realmente original. Con este libro -su debut como novelista-Eric Lundgren se sitúa entre los narradores norteamericanos más interesantes de la actualidad.
La crítica ha dicho:
«Fachadas pertenece al mismo subgénero que La trilogía de Nueva York de Paul Auster, The Yiddish Policement Union de Michael Chabon y Motherless Brooklyn de Jonathan Lethem: novelas de detectives influenciadas tanto por Kafka como por Chandler.» Jon Michaud, The NewYorker.com
«Lundgren nos ofrece destellos de pensamiento, significados inesperados para las palabras y giros asombrosos en sus frases asombrosas que el lector comprende mucho tiempo después de haber leído el libro.» Amber Peckham, Booklist
«Humor del bueno, vertiginoso. Chispea con una agudeza que evita todas las pretensiones […]. Fachadas es una novela fascinante y lúcida que nadie debería perderse.» Time Out New York
«Bajo las tapas de una intriga absorbente donde brillan diálogos y personajes trazados con inigualable maestría, se esconde uno de esos raros libros que logran apresar todas las emociones para ponerlas bajo los focos.» Publishers Weekly
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Salia a conducir por el centro, cada noche, en busca de mi mujer. El trafico de la hora punta avanzaba por el carril opuesto, al otro lado de la medianera, mientras yo me dirigia hacia el este por la I-99, sin obstaculos ni dilaciones, convencido de ir en la direccion equivocada.
La ciudad iba levantandose ante mis ojos, las luces dispersas de los viejos edificios componian en la noche las notas volatiles de un pentagrama. .Que esperaba encontrar ahi, en la ciudad? La gente no desaparece sin mas, o eso creia yo entonces. Dejan huellas, notas, recados. Ecos. Si Molly habia salido de su ensayo en la Opera para ir a la tienda de la esquina y no habia llegado nunca a aparecer alli, ni tampoco regresado, entonces tenia que haber dejado alguna huella de su paso. Asi se lo dije a la policia despues de cumplimentar el Formulario de Persona Desaparecida en la comisaria del distrito diez de Trude. .No siempre es como en «Hansel y Gretel», sabe., me dijo el detective, un tipo llamado McCready que cubria el turno de noche aparentemente solo, rodeado de las tenues luces de los ordenadores parpadeando en modo pausa. Llevaba el pelo al uno y una sola y espesa ceja, tenia la pinta de un mecanico que arregla las maquinas a mano, sin herramientas. Escucho mi historia mientras tomaba notas en su cuaderno de bolsillo, un mero escribano. En su mesa, en lugar de la habitual foto de familia, tenia un retrato de grano grueso de Wittgenstein. En el marco de acero anodizado podia leerse esta cita erronea: .El caso es todo lo que es el mundo..
McCready prometio llamarme en cuanto surgiera algo, pero yo no estaba de humor para quedarme cruzado de brazos. Me dispuse a recorrer las calles por mi cuenta, con los bolsillos llenos de bolsas de plastico, bolsas de pruebas policiales. Un especialista en aceras, eso me volvi. Seguia sus probables pasos en circulos cada vez mas amplios que siempre se cerraban en el Palacio de la Opera, adonde llegaba con las manos vacias y el saludo del guardia nocturno.
Este guarda nocturno habia sido la ultima persona en ver a Molly, algo que lo convertia, de facto, en una autoridad sobre su desaparicion aunque con el tiempo, cuando se lo interrogo, admitio no ser .tan observador.. Apenas notaba mi presencia cuando entraba o salia. Se limitaba a mirarme con su ojo bueno, un ojo que se acomodaba de nuevo y de inmediato en su mejilla mullida.
Mi mente proyectaba su imagen sobre la ciudad, su presencia ondulante. Empezaba las noches como un depredador que al poco camina con torpeza, un sonambulo. Doblaba cada esquina con la conviccion de que estaba cerca, pero lo que realmente encontraba en esas calles tortuosas eran apariciones que se esfumaban apenas las descubria. La curva de su espalda en la sombra de una farola. El salpicado de sus pecas en el yeso descascarillado. Sus ojos en el intermitente de un semaforo estropeado.