
Ficha técnica
El zoo trágico
Lidia Zinoviéva-Annibal
Las memorias ficticias de Zinovieva-Annibal destilan la brutal belleza de la vida rural en la Rusia pre-revolucionaria, una infancia rica en imágenes, sensaciones, y con espacio para la crueldad y el dolor, la belleza y el descubrimiento de la vida sensorial y sensual.
Con una prosa cargada de empatía por el mundo que describe, pero encontrando sus resquicios más oscurecidos mediante una inaudita capacidad de concreción minimalista, Zinovieva-Annibal recuerda en su voluntad expresionista y su interés en la mujer a la prosa de la inglesa Virginia Woolf.
Las zonas más oscuras de la infancia son reveladas junto a una investigación de las dificultades encontradas durante sus años formativos por la mujer rusa.
1. Los oseznos
Mis hermanos regresaron de una partida de caza. Habían matado una osa enorme. Escondidos dentro de sus abrigos, traían tres de sus crías.
Aun era invierno, así que los oseznos se criaron en nuestra cocina, cálida y amplia, situada en el sótano de nuestra casa de campo. Recuerdo la primera vez que los vi. Un hondo cesto. Algo que lo ladeaba. Me asomé a su interior. Un olor agudo y desagradable emanaba de sus profundidades. Al fondo, sobre un montoncito de paja, hormigueaban unos cuerpecillos desgarbados. Se trataba de los graciosos oseznos.
Supongo que nos marchamos a la ciudad para pasar el resto del invierno, porque lo siguiente que recuerdo son los oseznos liberados de su cautiverio en la cesta, hermosos animales adultos de piel suave y esponjosa, hocicos limpios dulces, y con unos ojillos vivarachos que observaban el mundo con gran interés. Solo quedaban dos de ellos; el tercero habría muerto antes de ser destetado.
Entonces dio comienzo nuestro dichoso verano, mío y de mis dos amigos, los oseznos.