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Ficha técnica

Título: El placer de odiar | Autor: WILLIAM HAZLITT | Editorial: Nortesur | TRADUCCIÓN DE MARIA FAIDELLA | Postfacio, cronología y bibliografía de Jordi Doce | Colección y número: Mínima 4 | Formato: 10 x 17 cm. |  Encuadernación: rústica con solapas | ISBN: 978-84-936834-3-6 | Páginas: 96 PVP: 9 € | Publicación noviembre 2009

El placer de odiar

William Hazlitt

EDITORIAL NORTESUR

 

No es el odio lo que amamos sino el placer de odiar, pues no odia quien quiere, sino quien tiene auténtica madera. Espíritu universal e inmortal, el odio, más allá de su ingenua asociación con la natural debilidad humana, se erige en categoría absoluta por encima del bien y del mal. No estamos a salvo ni del propio ni del ajeno. Este planteamiento, desarrollado a partir de cierto subjetivismo moral, provoca un efecto de perplejidad ética y de goce estético en el lector. El volumen se completa con tres ensayos que oscilan entre lo mundano y lo sublime: de la moda al sentimiento de inmortalidad, pasando por la fascinación que ejercen sobre nosotros los objetos lejanos.  

 

SOBRE LA MODA

 

Nacido de nada, engendrado de nada.66
Su atuendo no era de seda ni de sarga,
sino plumas pintadas en atavío perfecto,
como los indios curtidos por el sol adornan
su cuerpo en el más solemne juramento.
Como las mismas plumas, parecía vano y ligero,
que por su andar podía aparentar con holgura
pues se movía como bailando con deleite
y en las manos sostenía un abanico,
que en el aire inerte aquí y allá movía.67

La moda es una extraña mezcla de contradicciones, de simpatías y antipatías. Existe sólo cuando participa de ella un número reducido de personas y su esencia se destruye cuando se transmite a un número superior. Es una lucha continua entre «la gente profana»68 para aventajar o igualar a los demás en la carrera de las apariencias mediante la adopción, por parte de algunos, de símbolos tan externos y fantásticos como llamar la atención y despertar la envidia o la admiración del espectador, y que tan pronto como se dan a conocer y se exponen a la mirada pública con este fin son acertadamente copiados por la multitud -servil rebaño de imitadores que no desean quedar rezagados de quienes les superan en apariencia externa y pretensiones-, y sin previo aviso se hunden después en el descrédito y el desdén.

 

66. Shakespeare, Romeo y Julieta. (N. de la T.)

67. Edmund Spenser, The Faerie Queene. (N. de la T.)

68. Horacio, Libro III, Oda I. (N. de la T.) 

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William Hazlitt

(Maidstone, 1778 - Londres, 1830) se ajusta como nadie al mandato de la «profundidad del gusto» que Keats señalaba como una de las tres cosas más valiosas de su tiempo. En los antípodas del predicador filosófico y del censor social, «se complacía en las frases hermosas como un amante». Pretender la perla (idea o palabra) de entre las valvas del feo molusco que es la realidad fue siempre el criterio irrenunciable de quien se debía, por sobre todas las cosas, al spirit of the age.   Autorretrato

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