Ficha técnica
Título: El meteorólogo | Autor: Olivier Rolin | Editorial: Libros del Asteroide | Páginas: 208 | Formato: 12,5 x 20 cm | ISBN: 9788417007034 | Fecha: mayo 2017 | Precio: 18,95 euros | E-book: 10,99 €
El meteorólogo
Olivier Rolin
Como jefe del Servicio Meteorológico de la URSS, Alekséi Feodósievich Vangengheim se dedica a estudiar las particularidades meteorológicas del vasto territorio soviético y a ayudar con sus predicciones a la construcción del socialismo. Sin embargo, en 1934 será acusado de traición al régimen y encerrado en un campo de trabajo, convirtiéndose en una más de los millones de víctimas del terror estalinista. Durante todos los años en los que Alekséi estuvo preso hasta su muerte, dirigió la mayor parte de su correspondencia a su hija, Eleonora, que tenía cuatro años en el momento de su detención, y a quien no vería nunca más. El descubrimiento de esta correspondencia motivó a Olivier Rolin a indagar en las circunstancias que rodearon su desaparición y tratar de reconstruir su vida.
En un estilo directo y brillante, Rolin narra la historia de Vangengheim, habla de la recuperación (u olvido) de la memoria del periodo soviético en la Rusia actual y reflexiona también sobre el vacío que el final de la utopía comunista ha dejado en Occidente, porque, como bien dice, «el triunfo mundial del capitalismo no se explicaría sin el terrible final de la esperanza revolucionaria».
Esta obra se benefició del apoyo de los Programas de ayuda a la publicación del Institut Français.
«El autor combina las estrategias de la novela con el ensayo biográfico. La materia prima son, sobre todo, las cartas de Vangengheim, una víctima gris, nada ejemplar, que sigue alimentando en el gulag su fe en el comunismo; además de la detallada investigación de Rolin para explicar el contexto histórico-político del estalinismo.» Ángel Amador (Aceprensa)
«Junto con Patrick Deville y Emmanuel Carrère, Rolin pertenece a la categoría de los Plutarcos democráticos: consiguen hacer pasar las vidas de unos, unas vidas que consideran edificantes, por la conciencia y el imaginario de los demás.» Libération
«En su búsqueda de «una víctima entre tantas de la locura estalinista», Rolin consigue un libro que emociona por su sobriedad.» Le Monde
«Nada más conmovedor que ver cómo la maquinaria del poder tritura a un inocente, sobre todo si nos lo describe uno de nuestros mejores escritores.» Le Figaro Littéraire
«El resultado es un libro doloroso e intenso, además de una denuncia implacable de la locura estalinista. Sin embargo, contando el trágico destino de Vangengheim y del resto de víctimas del gulag, Rolin nos recuerda que para millones de personas en todo el mundo la revolución de octubre fue «la promesa vivísima, vibrante y conmovedora» de que un tiempo nuevo era posible para los condenados de la tierra.» La Repubblica
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Su especialidad eran las nubes: las largas plumas de hielo de los cirros, las torres granulentas de los cumulonimbos, los jirones recortados de los estratos, los estratocúmulos que arrugan el cielo, como hacen las olitas de la marea con la arena de las playas, los altoestratos que forman velos en el sol, todas las grandes formas a la deriva bordeadas de luz, los gigantes algodonosos de los que caen la lluvia, la nieve y los rayos. Sin embargo, no era una persona que estuviese en las nubes… al menos, yo no lo creo. Nada de lo que sé de él hace pensar que fuera un fantasioso. Representaba a la URSS en la Comisión Internacional para el Estudio de las Nubes, participaba en congresos pansoviéticos sobre la formación de las nieblas y en 1930 había creado la Oficina del Tiempo, pero esas denominaciones poéticas no lo hacían soñar, se tomaba todo eso en serio, como un científico que desempeña su profesión al servicio, naturalmente, de la construcción del socialismo; no era un profesor Nimbus. Las nubes no eran un pretexto para soñar, nada vaporoso había en él, hasta lo imagino algo rígido. Al pasar a ser en 1929 el primer director del Servicio Hidrometeorológico de la URSS, se había propuesto hacer un catastro de las aguas, otro de los vientos y otro del sol. Seguramente no veía nada pintoresco al respecto; en estos proyectos de cartografiar lo inaprensible no había solicitud alguna a la imaginación, lo que le interesaba era lo concreto, realidades mensurables, los encuentros de las grandes masas de aire, el estiaje de los ríos, la formación del hielo y el deshielo, la evolución de las lluvias, la influencia de esos fenómenos en la agricultura y la vida de los ciudadanos soviéticos. También en el cielo se edificaba el socialismo.
Había nacido en 1881 en Krapivno, un pueblo de Ucrania.