Ficha técnica
Título: El juego del otro | Autores: Paul Auster, Enrique Vila-Matas, Jean Echenoz, Barry Gifford, Paul Klee, Sophie Calle | Editorial: errata naturae | Colección: Fuera de colección | Género: Novela | ISBN: 978-84-937889-6-4 | Páginas: 224 | Formato: 14 x 21,5 cm. | Encuadernación: Rústica cosida | PVP: 20,90 € | Publicación: 25 de Octubre 2010
El juego del otro
Enrique Vila-Matas
Hemos reunido en un mismo libro a cuatro de los más destacados e influyentes escritores vivos contemporáneos: Paul Auster, Enrique Vila-Matas, Barry Gifford y Jean Echenoz. ¿Y sobre qué trata este libro? Sobre el placer de la impostura, el difícil arte de la imitación o la sana reinvención del «plagio». En otras palabras, sobre el escritor y su sombra: el impostor.
Enrique Vila-Matas y Jean Echenoz intercambian suculentas opiniones sobre el papel de la impostura en sus respectivas obras, en una concepción cruzada de la literatura que no elude el juego, la apropiación, la autoficción, la cita…
El escritor norteamericano Barry Gifford se hace pasar por el pintor alemán August Macke. En abril de 1914, los artistas Paul Klee y August Macke viajaron a Túnez y allí escribió Klee un breve diario que publicó poco después. Pero según todos los indicios, el diario de Klee no reflejó lo que verdaderamente ocurrió aquellos días, sino lo que Klee querría que hubiera ocurrido… Tras la traducción de las páginas de este diario al castellano, el lector encontrará un relato de Barry Gifford que recrea el supuesto diario de esos mismos días de August Macke (que el artista nunca escribió), en el que volvemos a leer la misma historia que nos relata Klee… con algunas diferencias significativas.
Paul Auster se apropió en su día de diversos episodios de la vida de la artista francesa Sophie Calle para crear el personaje de Maria en su libro Leviatán. A raíz de este hecho, Calle le propuso a Auster que repitieran el juego, pero invirtiéndolo: le propuso que creara un nuevo «personaje» al que ella misma se acomodaría durante un periodo de su vida. La creación por parte de Auster de este personaje y la crónica de la vida real de ese ser de ficción encarnado por Calle dieron lugar al libro Gotham Handbook. Nueva York: instrucciones de uso, que presentamos por primera vez en castellano dentro de este volumen.
PÁGINAS DEL LIBRO
Enrique Vila-Matas: Creo que no nos une ninguna impostura, sino un bar. Se llamaba El aviador y era un bar de Barcelona. Un local decorado con hélices y escudos, gorras de la RAF, restos de aeropuertos y catástrofes aéreas. Nos llevó allí Sergi Pàmies, y siempre he pensado que él sabía perfectamente que nos llevaba a un escenario que parecía un fragmento de una de tus novelas. Nunca más estuve en ese bar y me han dicho que hace muchos años que no existe, tuvo una existencia fugaz. Fue un bar tan efímero que estoy seguro de que decir ahora que nos une su recuerdo -porque yo sé que preguntas a veces por ese lugar- hasta puede parecer una impostura, sobre todo si tú ahora me desmintieras y dijeras que no recuerdas El aviador, pero no lo harás. ¿No serás capaz de hacerlo, verdad?
Jean Echenoz: Recuerdo perfectamente El aviador, hace ya bastantes años. Y eso que, creo recordar, era muy tarde, con todo lo que eso implica, pero lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer por la noche.
Lo que me impresionó particularmente de ese lugar es que la barra del bar -quiero decir el espacio estrecho y largo frente al que uno se encuentra de pie, detrás del cual está un barman y sobre el cual uno coloca lo que bebe-, esa barra era la reconstrucción, bajo una placa de vidrio, de un campo de aviación en miniatura: estrecho y largo, a cuyos costados se encuentran los edificios aeroportuarios y sobre el cual se posan los aviones que acaban de aterrizar o los que van a despegar. Tengo un recuerdo muy vívido de ese lugar porque, entre otras razones, me parecía -de un modo confuso, a esas horas, aunque con una nitidez que permanece intacta- que era así como uno podía sentir ganas de hablar de un campo de aviación en una novela: como de un modelo reducido que uno puede ordenar a su gusto, con el que se puede jugar. Tal vez la impostura radique en eso, y al mismo tiempo no lo creo: es una manera de apropiarse de los lugares que no está nada mal. Pero es verdad que siento un apego particular por los aeropuertos, los de verdad, que aparecen con mucha frecuencia en mis libros. Me siento muy bien en los aeropuertos puesto que de algún modo no existen: son no-lugares, umbrales arbitrarios, donde llevamos una vida provisoria y artificial. Existen tanto y tan poco como las fronteras. Qué pena que ya no exista El aviador y, al mismo tiempo, tampoco está mal que sólo haya existido una noche.
E. V-M.: Bueno, está claro que El aviador, bar que existió una sola noche, es el escenario único (y sabemos que ya para siempre imaginario) de nuestra relación. La verdad es que esa idea de una relación que se ha prolongado a lo largo del tiempo y que de momento ha existido sólo una única noche evoca, salvando todas las distancias, a Brigadoon. ¿Recuerdas esa película de Vincente Minnelli en la que dos cazadores neoyorquinos (Gene Kelly y Van Johnson) se pierden entre las brumas de las Highlands escocesas y van a parar a una pequeña aldea que no aparece en el mapa: Brigadoon? Sus aldeanos viven y visten como en el siglo XVIII, y uno de los forasteros se enamorará de una de las chicas del lugar (Cyd Charisse). Pero pronto averiguarán que sobre Brigadoon pesa un hechizo que hace que, a lo largo de un tiempo infinito, ese lugar sólo aparezca un día cada cien años…