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Ficha técnica

Título: El deber | Autor: Ludwig Winder |Traducción: Richard Gross | Editorial: Periférica | Colección: Lago Recorrido | Páginas: 272 | ISBN 978-84-92865-99-4 | Precio: 18,95 euros

El deber

Ludwig Winder

PERIFÉRICA

Praga, 1939. Josef Rada, casado con Marie y padre de un joven estudiante de Medicina, Edmund, es un funcionario íntegro y eficaz. No se le conocen aficiones ni amigos, y ni si quiera le interesa la política: vive dedicado completamente a su familia y a su trabajo. Pero ese pequeño y confortable mundo será dinamitado, casi literalmente, por la invasión alemana y el colaboracionismo con los invasores de un antiguo conocido de la infancia, Fobich.

El hecho de que el lector de El deber «avance a paso vertiginoso por una de las novelas antidictadura más eficaces», como ponderara Max Brod, se debe, sin duda, a que ofrece un retrato del patriotismo contra la ocupación nazi que no degenera en el patetismo ni en la retórica. Su eficacia estriba en el personaje de Rada, creíble por su actitud, al principio antiheroica y vacilante, el buen conocimiento de la realidad política y, sobre todo, el magistral tratamiento literario: un texto en apariencia sencillo y objetivo pero, como ya señalara la crítica de la época, «sabedor del artificio y sofisticado».

Escrita en 1943, El deber es una novela cuya relevancia especial se infiere del paisaje político en que fue creada. Los autores germanohablantes de Checoslovaquia, judíos casi todos ellos, tenían un motivo adicional para escribir sobre el destino de su patria: en junio de 1942 la masacre nazi de Lídice causó el horror en todos los países del mundo civilizado. El propio Winder señaló: «En un siglo bárbaro, como lo es el nuestro, los artistas tienen el deber de defender con perseverancia la dignidad del hombre, la dignidad del espíritu». 

«Es hora de valorar a Ludwig Winder como uno de los grandes autores europeos, incluso como contribución alemano-judío-moravopraguense a la literatura universal. El ya casi inevitable, miles de veces celebrado y radiografiado, Franz K. de Praga anda cerca. Deseémosle también a su sucesor, Ludwig W., la debida atención.» Christoph Haacker  

I

La mañana del 15 de marzo de 1939, Josef Rada, un humilde funcionario del Ministerio de Tráfico en Praga, salió desprevenidamente de su casa para dirigirse a la oficina. Tenía mejillas de rosa y ojos serios de color azul agrisado. El tono rosáceo de su cara imberbe y redonda le daba un aspecto juvenil, pero los ojos serios, siempre afligidos, rodeados de un haz de pequeñas y afiladas arrugas, delataban su edad. Tenía cincuenta y dos años. Andaba a paso lento y cauteloso desde que ocho años atrás, siendo funcionario de una pequeña estación de ferrocarril al sur de Bohemia, contrajera una hernia al levantar una maleta pesada. Cargar con el equipaje no formaba parte de sus obligaciones, pero el único mozo que había en aquella remota estación de montaña era un hombre viejo y achacoso, y Rada quiso echarle una mano en su fatigosa tarea. Desde entonces, el que fuera aficionado al deporte y hubiera practicado la gimnasia a lo largo de tres décadas, caminaba con el paso lento y cauteloso de un hombre que conoció tarde las trampas del cuerpo humano.

     En la calle no se apreciaba nada insólito. Hacía una mañana fría; había nevado. Rada iba repasando mentalmente una tabla de tarifas que tenía que elaborar. Era un gran especialista en materia tarifaria; aun siendo auxiliar subalterno por no haber cursado la Universidad, no existían en su sección muchos expertos capaces de medírsele en ese campo. Confeccionaba las tablas más complejas, que su jefe, director de la sección, entregaba al ministro como obra y realización suyas. No buscaba reconocimientos ni alabanzas. Para quedar satisfecho le bastaba con que sus cálculos tuviesen el visto bueno de arriba.

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Ludwig Winder

Ludwig Winder nació en 1889 en Schaffa, ciudad que aún formaba parte de la monarquía austrohúngara, por lo que Winder fue primero austríaco y luego, debido a los avatares políticos, checoslovaco; para, finalmente, morir en Gran Bretaña en el exilio. Sus raíces familiares se hundían en un judaísmo tradicional, pero su padre inició una convulsa separación de ese entorno al emprender la «salida del gueto» hacia cierta asimilación. Winder se fraguó, desde joven, una notable carrera como periodista, y su éxito profesional fue considerable. Tras las primeras demostraciones de su valía en periódicos de provincias, pero también en el Zeit vienés, ascendió, en 1914, a redactor del suplemento cultural de Bohemia, rotativo praguense que, junto con el Prager Tagblatt, era el periódico más importante de la región.En la primera etapa de su obra, dedicada también al ámbito judío, no fue propenso a glorificar la Austria imperial ni se mostró reacio a la joven Checoslovaquia en la que se fundieron las Tierras de la Corona de Bohemia y Eslovaquia en 1918: su narrativa muestra el colapso del viejo orden, pero refleja, sobre todo, la condición de crisis de la época prebélica, las convulsiones sociales pautadas por el declive de una élite (aristocrática) caduca y la fragilidad de la situación de posguerra. Agravadas por la miseria que trajo consigo la crisis económica mundial de 1929, fueron creciendo las tensiones internas del Estado multiétnico que era Checoslovaquia con sus ocho naciones. Ello reforzó el desgajamiento emocional de amplios sectores de la población residente en los territorios de habla mayoritariamente alemana con respecto a un Estado al que de por sí no tenían ningún apego.Con la implantación del régimen nacionalsocialista en Alemania, la situación cambió también en Praga, que a partir de 1933 se convirtió en receptáculo de numerosos exiliados procedentes del Reich Alemán y de Austria. Muy pronto serían censurados los artículos y novelas de Winder, y él mismo acuñaría la frase «Tenemos que marcharnos, y lo antes posible», dicha en diciembre de 1938 ante sus compañeros más íntimos del «círculo de Praga» -Max Brod, Oskar Baum y Felix Weltsch-, y alusiva al peligro común que corrían.Winder seguía en Praga cuando fue invadida por Alemania el 15 de marzo de 1939. Tres meses después consiguió huir hasta Inglaterra, pasando por Polonia. No pudo regresar a su país: moriría en Baldock en 1946. Entre la abundante obra de Winder, parte de ella publicada póstumamente, podemos citar Die rasende Rotationsmaschine, Kasai, Die Reitpeitsche, Dr. Muff, Steffi oder Familie Dörre überwindet die Krise, Die jüdische Orgel, Die nachgeholten Freuden, Der Thronfolger, Novemberwolke o Die Geschichte meines Vaters.

Obras asociadas
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