
Ficha técnica
Título: El crimen del conde Neville | Autora: Amélie Nothomb | Traducción: Sergi Pàmies | Editorial: Anagrama | Colección: Panorama de narrativas | Páginas: 120 | Fecha: jun-2017 | ISBN: 978-84-339-7986-5 | Precio: 14,90 euros
El crimen del conde Neville
Amélie Nothomb
El conde Neville acude a la casa de una vidente para recoger a su hija menor. La vidente se la encontró la noche anterior en pleno bosque, en posición fetal y tiritando de frío. Al parecer la adolescente, que responde al singular nombre de Sérieuse, se había fugado del castillo familiar. Pero, antes de llevar al aristocrático progenitor ante su hija, la vidente le toma la mano y le anuncia: «Pronto dará usted una gran fiesta en su casa. Durante esa recepción, usted matará a un invitado.»
En efecto, los Neville, excéntrica familia de alcurnia, van a celebrar en breve su fastuosa fiesta anual, a la que invitan a lo más selecto de la sociedad. Esa garden party es una tradición irrenunciable, pese a que los Neville pasan por serios apuros económicos y el conde incluso ha tenido que plantearse vender el castillo y el bosque que lo rodea. Con toda probabilidad ésta será la última gran fiesta que organicen allí. ¿Acabará, tal como anuncia la predicción de la vidente, con un asesinato?
Amélie Nothomb, en plena forma, ironiza sobre ese mundo anacrónico de la nobleza belga que conoce de primera mano. Y lo hace homenajeando y guiñándole el ojo al Oscar Wilde de El crimen de Lord Arthur Savile. El resultado es una deliciosa, juguetona y perversa fábula moderna de tintes tragicómicos, en la que bajo una capa de chispeante levedad asoma una sugestiva indagación literaria sobre el mundo de las apariencias, las relaciones familiares, los secretos del pasado, el dolor de la infancia, las incertidumbres de la adolescencia y el destino, que puede acabar dando sinuosos y sorprendentes giros…
Reseñas:
«Contiene los ingredientes de los mejores libros de Nothomb: situaciones propias de Ubú, diálogos dignos de una vibrante partida de ping-pong, un relato contado a ritmo de redoble de tambor… Ligera y profunda al mismo tiempo, El crimen del conde Neville acaba revelando su hondura psicológica» (Mohammed Aïssaoui, Le Figaro littéraire).
«Un cuento de hadas mezclado con tragedia griega. Como siempre en Nothomb, la melancolía y los pesares de la infancia emergen bajo la aparente ligereza, hecha de humor y elegancia, marca de la casa de la novelista» (Laurence Houot, Culturebox).
«De una refinada perversidad. Un hermoso guiño a Oscar Wilde, que reconcilia a esos dos enemigos que son la tragedia y la comedia» (Lire).
«Con unas pocas páginas Amélie Nothomb ya nos ha atrapado. Es la prueba de su inmenso talento» (Lucas Vuilleumier, Le Matin Dimanche).
«Una sátira desopilante. El final hace llorar de risa» (Francis Richard, Contrepoints).
«La flecha belga vuelve a dar en la diana» (Jérôme Béglé, Le Point).
«Un Nothomb de excelente cosecha. Una fantasía deliciosa y con un toque de perversidad» (Véronique Poirson, L’Express).
[Comienzo del libro]
Si al conde Neville le hubieran dicho que un día visitaría a una vidente, no se lo habría creído. Si hubieran añadido que sería para buscar a su hija fugada, este hombre sensible se habría desmayado.
Una especie de secretaria le abrió la puerta y lo condujo hasta una sala de espera.
-Madame Portenduère lo recibirá enseguida.
Era como estar en el dentista. Neville se sentó, muy erguido, y observó con perplejidad los motivos tibetanos que decoraban las paredes. Una vez dentro del gabinete de la vidente, lo primero que hizo fue preguntar dónde estaba su hija.
-La pequeña está durmiendo en la habitación de al lado -respondió la mujer.
Neville no se atrevió a decir nada: ¿acaso iban a exigirle un rescate? La vidente, una mujer de edad indefinida, enérgica, regordeta, de una extrema vivacidad, retomó la palabra:
-Ayer, pasada la medianoche, salí a dar un paseo no muy lejos de sus dominios. La luna brillaba como si fuera de día. Fue entonces cuando me tropecé con su hija, acurrucada en posición fetal, temblando de frío. Se negó a decirme nada. La convencí para que me acompañara: si se hubiera quedado allí se habría muerto de frío. Al llegar aquí quise llamarlo sin demora para tranquilizarlo: pero ella me dijo que era inútil, que usted no se había dado cuenta de su desaparición.
-Exacto.
-Así que he esperado hasta esta mañana para llamarle. ¿Cómo es posible que no haya notado la ausencia de su hija, señor?
-Cenó con nosotros y luego, como cada noche, subió a su habitación. Debió de salir cuando ya estábamos acostados.
-¿Cómo se comportó durante la cena?
-Como es habitual en ella, no dijo palabra, apenas comió y no parecía estar en su mejor forma.
La vidente suspiró.