Ficha técnica
Título: El club de los mentirosos | Autora: Mary Karr | Traducción: Regina López Muñoz | Epílogo: Lena Dunham | Editorial: Periférica y Errata Naturae | Fecha: oct-2017 | Formato: 14 x 21,5 | Páginas: 520 | ISBN: 978-84-16291-53-3 | Precio: 23 euros
El club de los mentirosos
Mary Karr
La tragicómica niñez de Mary en una localidad petrolera del este de Texas nos presenta a unos personajes tan singulares como divertidos: un padre bebedor, una hermana que con doce años le planta cara a un sheriff, una madre con un sinfín de matrimonios a sus espaldas -y cuyos secretos amenazan con destruirlos a todos-. Precisamente, será la madre, ese personaje maravilloso, quien se convertirá a lo largo del libro en la clave de esta gran historia, de esta novela autobiográfica e inolvidable.
Cuando se publicó por primera vez en Estados Unidos, El club de los mentirosos fue un éxito arrollador y elevó el arte de la narrativa memorialística a un nivel completamente nuevo. Fue recibido con entusiasmo por los lectores y la crítica, fascinados por este relato de una infancia de los años sesenta fuera de lo común, tremendamente conmovedor pero desprovisto de sentimentalismos.
La prensa dice:
«Extraordinario». Michiko Kakutani, The New York Times
«Así es como tienen que ser unas memorias». Stephen King, Entertainment Weekly
«Karr relata con cariño las mejores mentiras y etílicas extravagancias de sus padres con un oído privilegiado para la jerga de bar y un ojo de lince para las imágenes». The New Yorker
«El libro da a elegir entre la tristeza más honda y la risa más sincera, y por esto último se inclina el lector». Time
«No cabe duda de que es el amor lo que mueve este libro tan desinhibido y sincero». Chicago Tribune
«Su lectura es un inmenso placer». The Washington Post Book World
«Karr te para el corazón en menos de cinco páginas». The Denver Post
«La voz de Karr no vacila ni desafina al relatar toda una serie de sucesos apocalípticos». Vogue
Prólogo
Poco antes de que muriera mi madre, el tipo que le estaba reformando la cocina sacó de la pared un azulejo con un agujerito redondo bastante sospechoso. Se sentó de rodillas y levantó el azulejo de manera que el sol filtrado por las cortinas amarillas y añosas pareció perforar el agujero igual que un láser. Nos guiñó un ojo a Lecia y a mí y a continuación se volvió hacia mi canosa madre, concentrada en su volumen de Marco Aurelio y en un cuenco de chiles picantísimos.
-Señora Karr, ¡esto parece un agujero de bala! Lecia, que no dejaba pasar una, intervino:
-¿Eso no es de cuando le disparaste a papá?
Y mamá entornó los ojos, bajó un poco las gafas por su nariz patricia y dijo con displicencia:
-No, eso es de cuando Larry. -Se giró y señaló otra pared-. A tu padre le disparé allí.
Sirva esta anécdota para explicar por qué me decidí a escribir El club de los mentirosos como unas memorias y no como novela: cuando el destino te pone en bandeja unos personajes así, ¿para qué inventar nada? También ilustra en cierto modo la vena forajida de mi madre y hasta qué punto -ella dejó la bebida mucho antes de morir- había asumido la lotería de su pasado sin apenas tapujos.
Me encargué de prevenir a mi madre y a mi hermana Lecia de los sucesos que me proponía contar, y desde el principio la respuesta de mi madre fue: «Tú sácatelo todo de dentro, di que sí… Si a mí me hubiera importado alguna vez lo que piensa nadie me habría pasado la vida haciendo galletas y yendo a reuniones de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos». Lecia, de natural más reservada, me animó también porque como madre soltera que yo era en Siracusa, Nueva York, donde el servicio de autobús escasea y la nieve se mide por metros, necesitaba desesperadamente dinero para comprarme un coche. Necesitar dinero es una causa nobilísima entre los míos, pero aun así Lecia habría respaldado cualquier proyecto que me hubiese propuesto. («¿Perpetrar una matanza? Bien. Con la de capullos
que están pidiendo a voces que los maten…»).