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Ficha técnica

Título:  El ceño radiante. Vida y poesía de Gerard Manley Hopkins | Autor: Neil Davidson |  Editorial: UDP | Colección: Vidas Ajenas | Páginas: 464 | ISBN:  978-956-314-328-7978-956-314-328-7 | Precio de referencia: $15.000

El ceño radiante

EDICIONES UDP

En 1875, el poeta y jesuita inglés Gerard Manley Hopkins estrenó su prosodia revolucionaria, el sprung rhythm, en una obra que aúna la sofisticación rítmica de un Bartók o un Stravinski con la urgencia del rap: «El naufragio del Deutschland». Repudiado por sus contemporáneos, Hopkins moriría inédito y desconocido, pero se reconocería en el siglo XX como el fundador de un modernismo alternativo e infinitamente vital, y sería, como pronosticó en 1932 el crítico F. R. Leavis, «para nuestro tiempo y el futuro, el único poeta influyente de la época victoriana».

Mezclando biografía con traducciones de los diarios y cartas de Hopkins, interpretaciones de sus poemas y evocaciones del contexto victoriano, El ceño radiante es una completa introducción a uno de los personajes más extraordinarios de su siglo en Inglaterra.

El libro concluye con una antología de poemas donde, por primera vez en castellano, se aprecia la audacia rítmica y lingüística de una producción que va desde «El cernícalo» hasta el asombroso «De que la naturaleza es un fuego heraclitano y del consuelo de la Resurrección», poema que, en palabras de Hans Urs von Balthasar, «arroja al basurero todo el mundo cultivado de belleza de la época victoriana».

«Si se hubiera sabido de él, como de Rimbaud en Francia, la poesía de Hopkins, con su fe religiosa, sus experimentos en versificación, su ‘noche oscura del alma’, habría reducido a la insignificancia inmediata a todos sus contemporáneos victorianos».

Cyril Connolly

INTRODUCCIÓN

Cuando el cura jesuita Gerard Hopkins murió en 1889 en Dublín, a los cuarenta y cuatro años, no parecía un candidato para la fama póstuma. Excéntrico y enfermizo, había cumplido sin eficiencia sus deberes como profesor y coadjutor de parroquia en su Inglaterra natal. De ahí sus superiores habían aprovechado una vacante en la recién refundada Real Universidad de Irlanda para deshacerse de él, en la esperanza de que desentonara menos en un ámbito académico. Sin embargo, el cambio no fue exitoso, y Hopkins consumiría sus últimas energías preparando y revisando incontables exámenes en un estado de postración casi permanente.

     En su tiempo libre, escribía poemas que solían derivar en gritos de éxtasis ortodoxos o súplicas por la reconversión de Inglaterra al catolicismo; ni siquiera los medios jesuitas accedieron a publicarlos. Tras su muerte, su mejor amigo, el futuro poeta laureado Robert Bridges, le comentaría a Richard Dixon, también poeta y amigo de ambos:

El hecho de que el querido Gerard estuviera permanentemente agobiado por su trabajo, infeliz, y que nunca fuera a lograr nada grande no parece dar consuelo. Pero, de haber sido su promesa o su producción más espléndida, cuánto peor sería.

      Bridges conocía bien esa producción, puesto que había sido el principal interlocutor literario de Hopkins y guardaba el único ejemplar de muchas de sus obras. De hecho, les encontraba cierto mérito a éstas, y hasta había adoptado en su propio trabajo el sistema prosódico inventado por Hopkins, el sprung rhythm.

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

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