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Ficha técnica

Título: El camino del perro | Autor: Sam Savage | Traducción: Ramón Buenaventura | Editorial: Seix Barral | Colección: Biblioteca Formentor |  Páginas: 152 | Formato: 13,3 x 23 cm. | Presentación: Rústica con solapas | Fecha: sept/2016 | ISBN: 978-84-322-2946-6 | Precio: 16,50 euros | Ebook: 7,99 euros

El camino del perro

Sam Savage

SEIX BARRAL

El perro de Harold Nivenson ha muerto. Sin él, sin los paseos que Harold se obligaba a dar, éste se encierra en casa, una casa que empieza a desmoronarse. A la pérdida de su perro se suma la de su amigo y rival intelectual, Peter Meinenger.

Con una carrera artística que nunca despegó y acabada, Harold se encuentra solo, sin ataduras y sin ganas de vivir.

Reflexiona sobre su carrera como pintor menor, coleccionista, crítico y mecenas para dar sentido a una vida regida por las dudas constantes. Esa reflexión, que empieza con el rechazo a un tipo de arte y un gran resentimiento hacia su familia y entorno, deja paso a un sentimiento de paz interior cuando sale de la sombra del pasado y encuentra una razón para vivir, cada día, en el «ahora».

Y así, la amnistía llega como segunda oportunidad para apreciar, durante el tiempo que le queda, el hecho de que la vida (el arte) no se basa en hacerlo bien. A veces, las piezas que faltan sólo pueden encontrarse en nuestros errores y en las ruinas que éstos provocan.

[Comienzo del libro] 

Voy a parar ya. Unos cuantos hilos sueltos que cortar, pedazos y trozos que juntar y etiquetar, para que la gente se entere, y luego paro.

Tuve un perrito. Recorrimos juntos el mundo mientras él duró, en una y otra dirección, solo por hacer camino. Al final estaba ya tan débil que tenía que azuzarlo con la punta del zapato para que anduviese. Está enterrado en algún sitio. Se llamaba Roy. Lo echo de menos.

No estoy bien.

La mujer que vive enfrente no está bien, me parece. Se la ve abatida, alicaída. No está bien psicológicamente, me parece. Me parece que es una interna. La tienen internada porque está enferma.

El perro no me llegaba ni a la espinilla, salvo cuando se ponía a saltar contra mi pierna, como solía hacer en su juventud, cuando me veía aparecer por las mañanas o cuando regresaba tras una larga ausencia. Regresaba tras una larga ausencia, como viajero que se aproxima a su pueblo natal muchos años después. Me raptaron unos piratas, dice, pero nadie se lo cree. Novia de toda la vida gorda y casada, padres muertos, no recuerda qué iba buscando cuando echó a andar. No se le ocurre ningún motivo para marcharse de nuevo, de manera que permanece en el pueblo hasta su muerte, anciano, sin hijos, sin esposa, él que se pasa las tardes contando las mismas historias viejas.

La vecina estaba en su jardín, mirando unas flores con la cabeza gacha, cuando su marido se fue a trabajar esta mañana. El hombre sacó el coche marcha atrás, le pasó muy cerca. Su enfermedad ha proyectado una sombra sobre la familia. Ha atrofiado a sus hijos, que son grandes y guapos, pero con atrofia emocional. Se les nota en la expresión, en el lenguaje corporal. Son pulcros y están bien criados, como si acabaran de apearse de un catálogo de ropa, con su rígida adhesión a los códigos de su medio social. Por lo corrientes y por lo normales que son, me parecen unos fanáticos. Un marido y tres hijos varones adolescentes. En las atardecidas de verano los cuatro juegan bajo el aro de baloncesto de la entrada. Si ella sale de la vivienda y les pasa cerca, en su camino hacia los cubos de la basura, dejan de jugar y permanecen quietos y en silencio, hasta que la mujer vuelve a meterse en la casa.

Los ojos bajos, el rostro demacrado, se la ve hundida, sumergida.

A última hora de la tarde, el marido y los hijos regresan del trabajo, del colegio, o juegan junto a una casa con las persianas bajadas por completo. Ella está dentro, acurrucada, con la mirada vuelta sobre sí misma.

Ellos se mueven a su alrededor, dejándole espacio libre, pero no reconocen su enfermedad ni siquiera para sus adentros, ni siquiera cuando van de habitación en habitación haciendo girar las varillas que mueven las láminas de las persianas para que entre la luz.

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

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Sam Savage

Nacido en Carolina del Sur y hoy residenteen Madison, Wisconsin, obtuvo el doctorado en Filosofía por la Universidad de Yale, donde fue profesor. También ha sido mecánico de bicicletas, carpintero, pescador y tipógrafo. Su primera novela, Firmin (Seix Barral, 2007), fue publicada por una pequeña editorial de Minneapolis, fuera de los grandes circuitos editoriales. Redescubierta por Seix Barral, ha ido creciendo gracias a la recomendaciónde lectores y libreros hasta convertirse en un fenómeno internacional. Es autor también dela novela El lamento del perezoso (Seix Barral,2009). Su obra ha sido publicada por las editoriales más prestigiosas del mundo y lleva más de un millón de ejemplares vendidos.

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