Ficha técnica
El bebedor
Hans Fallada
Erwin Sommer es un respetable empresario casado que, a raíz de una crisis personal y profesional, sucumbe a la bebida. Consciente del peligroso camino que está emprendiendo, se abandona sin embargo a los placeres de la embriaguez y el olvido. Su descenso a los infiernos del alcohol lo llevará hasta el manicomio y la cárcel.
El bebedor es la novela más autobiográfica de su autor, un retrato de los bajos fondos de la Alemania de 1940 y un espeluznante testimonio de la atroz adicción de la que el propio Hans Fallada fue víctima. La opresión social, judicial y penitenciaria de toda una época cobra vida en el sobrecogedor realismo del célebre autor alemán.
Estas páginas fueron escritas en 1944, en apenas dos semanas, durante la reclusión de Fallada en la cárcel. Con el fin de salvaguardar el manuscrito de sus captores, las escribió de forma casi ilegible, en una especie de código que sólo pudo ser descifrado después de su muerte. El bebedor vio la luz en Alemania en 1950 y ha permanecido inédito en nuestra lengua hasta hoy. Su aparición en nuestro país, simultánea a la publicación del diario En mi país desconocido, es un acontecimiento literario que pone por fin al alcance del lector en español un «libro valiente, honesto y necesario» (The Sunday Times).
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Por supuesto que no siempre he bebido, incluso no hace mucho que empecé a beber. Antes el alcohol me daba asco; como máximo me bebía un vaso de cerveza; el vino me sabía ácido y el olor del aguardiente me ponía enfermo. Pero entonces llegó un tiempo en el que todo empezó a irme mal. Mis negocios no marchaban como debían y tuve algunos desencuentros. Siempre he sido una persona blanda, he necesitado la simpatía y el reconocimiento del mundo, aunque nunca dejara que se notara y siempre aparentara mucha convicción y seguridad en mí mismo. Lo peor de todo fue que empecé a tener la sensación de que también mi mujer se alejaba de mí.
Al principio fueron señales imperceptibles, sucesos que otro hubiera pasado por alto. Por ejemplo, en una ocasión se olvidó de ofrecerme pastel durante un cumpleaños que celebrábamos en nuestra casa; yo nunca como pastel, pero antes siempre me lo ofrecía. Y en otra ocasión durante tres días pasó por alto una telaraña sobre la estufa de mi habitación. Yo revisé todas las habitaciones, pero en ninguna había una telaraña, sólo en la mía. Quise esperar a ver cuánto tiempo la dejaba allí para fastidiarme, pero el cuarto día ya no aguanté más y se lo dije.