Ficha técnica
Título: Destellos de vida | Autor: Friderike Zweig | Editorial: Papel de liar | Colección: Memorias | Traductor: Pablo Alvarez Ellacuría | Páginas: 272 | Precio: 18 € | Fecha de aparición: Enero de 2009 | Formato: 14 x 22 cm | Encuadernación: Rústica cosida con hilo | ISBN: 978-84-936679-2-4
Destellos de vida
Friderike Zweig
Friderike Zweig, la primera esposa del gran escritor austriaco Stefan Zweig (cuya biografía publicará Papel de Liar próximamente) narra en estas memorias su niñez en Viena, su primer matrimonio y su creciente dedicación a la literatura antes de trabar una estrecha amistad con quien acabaría siendo su marido. Fueron treinta años de matrimonio durante los cuales Friderike influyó decisivamente en los radicales cambios de mentalidad experimentados por un autor que alcanzó cotas de fama rara vez igualadas en la historia de la literatura y que terminó sus días suicidándose en Brasil cuando el «mundo de ayer» que con tanta elocuencia quiso evocar yacía finalmente triturado por la máquina depuradora del nazismo.
Destellos de vida es la recreación de ese mundo desde el observatorio de la gran mujer que había detrás del gran hombre; y es también un abigarrado escenario donde muchos próceres del pasado siglo (Rilke, Rolland, Schweitzer, Einstein, Gorki, Mann, Hesse, Toscanini…) interpretan sus heroicos, cómicos, dramáticos o anodinos papeles; pero es además, y sobre todo, el testimonio único de dos intensas peripecias intelectuales en una Europa atenazada por el espectro de dos guerras devastadores.
«Nací en 1881, en un imperio grande y poderoso -la monarquía de los Habsburgos-, pero no se molesten en buscarlo en el mapa: ha sido borrado sin dejar rastro. […] De manera que ahora soy un ser de ninguna parte, forastero en todas; huésped en el mejor de los casos. […] Para mi profundo desagrado, he sido testigo de la más terrible derrota de la razón y del más enfervorizado triunfo de la brutalidad; […] nunca jamás sufrió una generación tal hecatombe moral, y desde tamaña altura espiritual, como la que ha vivido la nuestra.
Carta póstuma de Stefan Zweig a Friderike (febrero de 1942)
A MODO DE INTRODUCCIÓN
En este libro de recuerdos he querido reunir fragmentos de mi vida: reflexionar sobre ellos, ponerlos en su contexto, con vistas al futuro, de dentro hacia fuera y de fuera hacia dentro. No me siento llamada a decir más, ni tampoco menos. En él hablo de mí misma y del largo tiempo en que he vivido y en el que tantas, tantísimas cosas han cambiado. Habrá algunas que se antojen anticuadas, polvorientas; otras llevarán consigo el hálito del tiempo y darán fe de la época de incertidumbre en que vivimos. Yo, con todo, y a diferencia de mi esposo Stefan Zweig, jamás sufrí la pérdida de la seguridad; la mía se encontraba y se encuentra en otro lugar; es intemporal, por bien que a este respecto la palabra «eternidad» pueda resultar excesiva. Quisiera decir que estos fragmentos ilustran asimismo el cuarto de siglo anterior a que nuestros caminos se cruzaran. Del tiempo en que avanzamos juntos, y que en lo esencial no terminó nunca, he mostrado mis propios pasos y los de aquellas personas que se acercaron o se unieron a nosotros. Algunas de ellas contribuyeron a modelar el perfil cultural y artístico de nuestro siglo, y por ello creo que acerté en ir más allá de mi persona para tratar acontecimientos internos y externos de nuestra convulsa época, que pese a las sombras también nos deparó momentos de ilusión y esperanza.
Interrogarse acerca del contenido de nuestros recuerdos más tempranos es una costumbre humana muy antigua. En ocasiones nuestra memoria se remonta sorprendentemente atrás en el tiempo, si bien corremos el peligro de considerar reminiscencias propias acontecimientos que a menudo nos contaron en familia y en la intimidad, y que de este modo se han grabado en nuestro pensamiento. Comoquiera que se transmitan, los recuerdos más arraigados parece que guardan relación con hechos que nos causaron miedo y temor. La historia del mundo y de las religiones nos ha legado no pocos testimonios del tiempo instigados por el miedo. ¿Acaso no ordenaron erigir los faraones las imponentes pirámides para ocultar y proteger del enemigo, en el más allá, a sus momias con sus sarcófagos? Existe una constante en la literatura mundial, una cadena ininterrumpida que alcanza desde las terroríficas historias de la mitología antigua hasta las narraciones policiacas de nuestro tiempo.
No debe sorprendernos, pues, que en nuestras propias vidas el miedo casi imprima la huella de lo imperecedero en determinados acontecimientos. Me propongo ahora narrar dos experiencias de mi primera infancia, en parte marcadas por el desasosiego y en parte por el terror. Una de ellas no pude vivirla en primera persona, ya que aconteció dos años antes de mi nacimiento; sin embargo, y a causa de circunstancias extraordinarias de carácter local y familiar, ha acabado formando parte de mis recuerdos.