
Ficha técnica
Título: Después del cine. Imagen y realidad en la era digital | Autor: Àngel Quintana | Editorial: Acantilado | Colección: El Acantilado, 240 | Género: Ensayo | ISBN: 978-84-15277-48-4 | Páginas: 224 | Formato: 13 x 21 cm.| Encuadernación: Rústica cosida | PVP: 20,00 € | Publicación: Noviembre de 2011
Después del cine
Àngel Quintana
En 1995, el cinematógrafo cumplió cien años. A partir de esta fecha simbólica empezó una curiosa mutación: cambiaron los sistemas de producción, las formas de ver y el soporte, que pasó del celuloide a lo digital. Después del cine es una reflexión sobre dicha transformación, que no es únicamente tecnológica-la sustitución de la fotografía en movimiento por la imagen pixelada-, sino también cultural-puesto que la imagen digital ha redefinido la relación entre imagen y realidad en el mundo contemporáneo, el de la web 2.0-. En su recorrido el libro propone numerosos ejemplos: los blockbusters hollywoodienses que utilizan la imagen en 3D; la textura digital; los documentales rodados con cámaras de baja definición y las imágenes de la guerra de Irak colgadas en YouTube.
I
CUERPOS
En la película de corta duración, producida por la Mutual, Charlot, prestamista (The Pawnshop, 1917), de Charles Chaplin, Charlot se transforma en el encargado de una tienda de empeño. Un cliente, Albert Austin, le entrega un despertador. Charlot observa con curiosidad el artilugio. Lo ausculta y lo percute con los dedos como si fuera un paciente y tuviera que someterlo a una revisión médica. Al constatar que el reloj funciona decide abrirlo para estudiar su mecanismo. Con ayuda de un martillo y de un abrelatas empieza a descomponer el artefacto. El auricular de un teléfono se convierte, por un instante, en la lente de un relojero. Tras untar de aceite los engranajes, los extrae con unos alicates. De repente, las piezas esparcidas en el mostrador parecen adquirir vida propia. En ese momento Charlot decide cortar por lo sano y, después de introducirlas en el sombrero de su cliente, se desentiende del objeto empeñado. El cliente, irritado, exige una justificación. Charlot responde drásticamente pegándole un martillazo en la cabeza.
La escena de Charlot, prestamista fue rodada en un único plano fijo de siete minutos, interrumpido por un solo corte que muestra el estupor y la profunda irritación de Albert Austin al ver que le han destruido el reloj que quería empeñar. Durante la escena asistimos al clásico proceso burlesco que lleva hasta el absurdo una situación aparentemente normal. Chaplin juega con la excentricidad que, en manos de un clown, adquiere un objeto cotidiano cuando es desplazado de su propio contexto. El reloj se transforma en un paciente, en una lata de conservas y en un sofistica do puzle de engranajes mecánicos. Durante siete minutos el cuerpo de Charles Chaplin pasa de prestamista a doctor; de doctor a camarero; de camarero a mecánico de automóviles, y de mecánico a relojero. La ejemplaridad de la escena viene determinada por la capacidad con que, a partir de los mínimos elementos, Chaplin es capaz de introducir lo absurdo dentro de lo cotidiano y transformar una escena de intercambio comercial en la tienda de un prestamista en una escena que no tiene pies ni cabeza, en la que todo se destruye sin solución.
Charlot, prestamista es una de las primeras películas cortas de Charles Chaplin. Fue realizada en un momento en que las situaciones cómicas se elaboraban a partir de la improvisación, el hallazgo y la repetición. La puesta en escena se basaba en la simplicidad, en situar la cámara en el lugar preciso que permitiera ver el efecto de los recursos cómicos. Apenas se cortaba nada y lo que acontecía durante la escena no se forzaba. Hoy, esta curiosa película corta establece una fuerte relación con los referentes simbólicos de un mundo que ya forma parte del pasado, en que la idea de modernidad aparece determinada por dos sistemas de tecnología mecánica, la de los relojes y la del cinematógrafo.