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Ficha técnica

Título: Cuando el diablo salió del baño | Autora: Sophie Divry | Traducción: María Enguix |  Editorial: Malpaso | Páginas: 217 | Formato: Tapa dura | Tamaño: 14×21 cm | Fecha: 2016 | ISBN 978-84-16420-64-3 | Precio: 22 euros | Ebook: 6,99 euros

Cuando el diablo salió del baño

Sophie Divry

MALPASO

La protagonista de Cuando el diablo salió del baño (cualquier parecido con la autora es pura coincidencia) malvive con una ayuda para desempleados de larga duración. En cierto modo es una víctima de sus propias ilusiones porque ha dejado su empleo para dedicarse plenamente a la literatura.

Su vida, como la de tantos otros, se abisma poco a poco en un infierno que la indómita narradora nos relata con un humor quirúrgico: a ratos roza el sarcasmo, pero nunca excluye la ternura. Esa mujer que no pacta con el diablo, que no se rinde frente a la adversidad, que no renuncia a los sueños, es la más lúcida observadora de su entorno y de sí misma.

En esta novela, que causó sensación en Francia, Divry explora el malestar. Ésa es la hazaña de este libro. «Cuento la historia de una joven que busca trabajo. Ni más ni menos», escribe la autora.

La crítica ha dicho

«Sophie Divry no se ha detenido ante nada para sorprendernos. Una novela muy divertida.» Le Journal de Québec

«Una rara joya de humor e inventiva.» Agnes Léglise, Rock & Folk

«Un texto singular, sin concesiones y cargado de humor.» Le Parisien Magazine

 

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Durante cierto periodo de mi vida vi como mi renta se dividía en tres y mi casa pasaba de ochenta a doce metros cuadrados. Por razones que veremos más adelante, no era desdichada, pero sí pobre. Una buena mañana de abril, al volver de la biblioteca, una factura de regularización de la EDF, la compañía eléctrica de Francia, me esperaba en el buzón. Los muy cabrones me reclamaban 260 euros. En mi cuenta bancaria quedaban 300. Temblando, rellené el cheque, lo firmé y lo envié por correo. Después me dije que había llegado la hora de buscar trabajo.

Entonces hice lo que todo el mundo habría hecho en mi lugar: encender el ordenador.

En la web pole-emploi.fr, tecleé mi usuario, mi clave secreta y mi código postal para entrar en mi «espacio personal» de desempleada de larga duración. Primero lancé una búsqueda multicriterios, empezando por «escribano», «periodista» y «profesor », lo que me devolvió entre cero y seis resultados, ninguno en Lyon, y ninguno sin la referencia «Permiso B obligatorio»; se me nublaron los ojos; amplié la búsqueda: «responsable de comunicación», «vigilante de internado», «secretaria», «detective privado»… No pude seguir leyendo, tanto era el estrés que me oprimía el estómago, porque, mientras la web accionaba la manivela para sacar ofertas improbables, mi cerebro recalculaba sin cesar la resta: 300 – 260 = 40.

¿Quién tenía la culpa? ¿Las bombillas? ¿La vitrocerámica? ¿El hervidor? ¿El calentador? ¿El módem? En mi casa todo es eléctrico. El mes de enero había sido especialmente duro. El Saona se había helado. El barrio entero se había congelado de frío, impidiendo una niebla glacial el menor movimiento; sólo el humo blanco se escapaba de los tejados, prueba, para algunos, de la ayuda de una calefacción central, y, en este paisaje entumecido, las volutas de humo parecían sábanas blancas implorando clemencia al invierno. Cuatro meses más tarde, cuando se supone que la primavera ha de regocijar el corazón, yo fusilaba con la mirada las estufas que, indiferentes a mis apuros, hibernaban bajo el polvo. Puercos radiadores. 300 – 260 = 40. Alarmada por esta sencillísima y reiterada resta, mi mente se empeñaba en negar la evidencia del resultado. Lo recalculaba sin cesar, deseosa de que apareciese otra cifra, para evitar así la pregunta siguiente: ¿qué hacer para aguantar diez días con cuarenta euros?

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

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Sophie Divry

Sophie Divry, la autora. «Me gustan las berenjenas, el aceite de oliva y las mermeladas de mi madre, me horrorizan los coches, no tengo teléfono móvil, soy feminista y le tengo fobia a las puertas abiertas. Soy alérgica a los ácaros, los gatos y los ríos. Me parece que no se habla lo suficiente de Jacques Roubaud y de Claude Simon, y que hay demasiado ruido mediático en este mundo. No me gusta comprar un libro sin saber lo que lleva dentro.»

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