
Ficha técnica
Título: Criollo del universo | Autor: Francisco Madariaga | Encuadernación: Rústica | Formato: 22×14 cm |Páginas: 152 | ISBN: 978-84-15576-51-8 | Precio: 17 euros
Criollo del universo
Madariaga participó en las dos corrientes más importantes de la vanguardia argentina de los años cincuenta: la surrealista y la invencionista. El surrealismo vio su primera adhesión sudamericana en 1928 a través de la revista Qué dirigida por un grupo de estudiantes de medicina entre los que se hallaba Aldo Pellegrini, quien más tarde sería el gran promotor de este movimiento junto a Enrique Molina, Julio Llinás, Juan Antonio Vasco, Carlos Latorre, el propio Madariaga, etcétera, con publicaciones como A partir de Cero y Letra y línea. Mientras que el invencionismo, promovido por Edgar Bayley, encontró cauce en el grupo Poesía de Buenos Aires dirigido por Raúl Gustavo Aguirre que dio cabida a poéticas de distintos espectros.
A lo largo de más una docena de libros de poesía, Madariaga propone una voz en la que confluyen líneas diversas, tonos varios y extraños: la gauchesca sui generis y el surrealismo, pero también el barroco americano o la herencia de Oliverio Girondo.
Ajeno a la retórica su discurso se sustenta a través de un alucinante caleidoscopio cuya constante transposición de imágenes funda la realidad dentro de unas coordenadas (espacio-tiempo) que cuando son nombradas dejan de «ser» para resurgir en un nuevo plano de intensificación lírica: «sólo enredaste tu sangre un instante en mi corazón y sangraron tus manos / oh esbelta de labios culpables de infinito».
Desde sus poemas adolescentes, Madariaga emprendió la búsqueda de una palabra poética que tradujera y conciliara al mismo tiempo su mundo interior con lo deslumbrante que le resultaba el paisaje exterior: lagunas, palmeras, boas, pájaros como soporte de mitos y leyendas, y en ellos la fuerza de un erotismo salvaje.
«Criollo del universo», de Francisco Madariaga.
El blanco océano gira en mi corazón
mientras canta el otro océano de
plata amarilla,
que se desprende de las aguas del sol.
Ya es muy tarde para ser sólo de una provincia,
y muy temprano para pertenecer,
todo,
al planeta del venidero y sangrante
resplandor.
Oh, acude a mí, a mi jerarquía de peón del
planeta,
gaucho con trenzas de sangre,
mi padre,
y ensíllame el mejor caballo ruano del
universo:
para atravesar el oro el agua de la muerte,
y escucharme,
todo,
siempre en ti.
El blanco océano solloza por la inmortalidad.