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Ficha técnica

Título: Contra los franceses o sobre la nefasta influencia que la cultura francesa ha ejercido en los países que le son vecinos, y especialmente en España | Autor: Manuel Arroyo-Stephens  | Editorial: Elba   | Formato: 12,5 x 20 cm | Páginas: 120 | ISBN: 978-84-943666-7-3 |  Fecha: abril 2016 | Precio: 18 euros

Contra los franceses

Manuel Arroyo-Stephens

ELBA

Uno no puede dejar de preguntarse qué hubiera sido de la cultura francesa si Francia, en vez de estar situada donde está, hubiera estado, por ejemplo, en Australia. Probablemente no habría superado todavía su para ellos gloriosa Edad Media de los troveros y las canciones de gesta. Tampoco puede uno evitar preguntarse cuál hubiera sido la suerte de Europa si un país tan vasto y tan densamente poblado como Francia no hubiera ocupado su centro, actuando como tamiz deformador de las creaciones originales procedentes de Alemania, Italia, Inglaterra o España. El caso es que Francia está donde está y desde antiguo sus habitantes supieron explotar con notoria avidez y no menor habilidad lo que un economista llamaría su renta de situación.

Decía Unamuno que las ideas cobran su fuerza del comercio, que rigen el mundo no los forjadores, sino los repartidores de ideas. Nadie entiende esto mejor que los franceses, y nadie practica mejor que ellos el arte de saber vender lo corriente como extraordinario. Su presunto «espíritu clásico», ciertamente no en el sentido helénico, sino de una disciplina comprensible para todos, no puede ser más opuesto al espíritu heleno, latino y español, que es independiente, demócrata, ateniense, republicano, romano e individual. La moda, el buen tono, la deferencia de una filosofía asequible a las damas han sido las especialidades del genio francés, consecuente, ordenado, lógico, metódico, enfático, académico y prosaico, excelentes cualidades para andar por la vida arregladamente, pero totalmente inservibles para las elevadas empresas del espíritu.  

«Del talento a la vanidad» Màrius Carol, La Vanguardia

«Arroyo-Stephens y su libelo contra los franceses» Manuel Hidalgo, El Mundo

«»Me encanta», me encanta» Ignacio Vidal-Folch, El Mundo

«Libelos» Teo Millan, Diario Abierto

 

Prefacio

De un país me importan sus poetas. Pertenezco a uno que los persigue, los encarcela, los exilia y hasta los fusila. Desde fray Luis de León a García Lorca hay una lista suficientemente larga que da un elocuente ejemplo de cómo ha tratado España a sus escritores, artistas, músicos, pensadores. A todos ellos los llamo poetas. Les tocó vivir en un país que, como escribió Cernuda en su elegía a García Lorca, «acecha lo cimero con una piedra en la mano». La tumba de Goya en Burdeos, de Antonio Machado en Colliure, de Azaña en Montauban, de Picasso en Vauvenargues, bastan como somero ejemplo de esa actitud criminal que España ha tenido contra lo mejor de sí misma. Que esos españoles prefirieran o se vieran obligados a morir en Francia es un hecho más que significativo de lo que ha representado ese país para los poetas españoles. Francia es un país que venera a los poetas, no solo a los franceses. Por eso tantos la escogieron para vivir, para crear y para morir. Mientras escribo estas líneas se remueven los cimientos de un convento madrileño para buscar los huesos de Cervantes, los montes que rodean Granada para buscar los de García Lorca: acaban de descubrir que los pueden convertir en atracción turística.

     En España, que había creado en un siglo glorioso personajes literarios universales como la Celestina, el Lazarillo, don Juan, Segismundo, don Quijote, se había conseguido mientras tanto erradicar «la funesta manía de pensar», se habían combatido las ideas de la Ilustración al grito de «¡Vivan las cadenas!», se habían alzado generales fascistas contra la gloriosa Segunda República al grito de «¡Viva la muerte! ¡Muera la Inteligencia»! Durante esos siglos nefastos para los poetas españoles Francia representó el país de la libertad. Yo nací y crecí en un país devastado y envilecido por los vencedores de nuestra última guerra civil. Y quienes buscamos, una vez más en Francia, un rayo de esperanza y guía para salir de ese marasmo humillante en que vivíamos, nos encontramos con que lo que nos devolvía Francia era el lamentable espectáculo intelectual y moral que describo brevemente en el último capítulo de este libelo. Parodiando a Allen Ginsberg, podría decir que he visto a las mejores mentes de mi generación devastadas por la Teoría que nos llegaba de Francia. Por eso, hace casi cuarenta años, escribí este libelo.

Manuel Arroyo-Stephens
El Escorial, marzo de 2016

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Manuel Arroyo-Stephens

Manuel Arroyo-Stephens (Bilbao, 1945) estudió Derecho y Economía. En 1971 fundó la librería Turner, luego English Turner Bookshop, y dos años más tarde ediciones Turner. En México ha publicado Por tierra (El Equilibrista, 1992) e Imagen de la muerte (Aldus, 2002), en España Pisando ceniza (Turner, 2015). Contra los franceses fue publicado de manera anónima en Madrid en 1980.

Obras asociadas
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