Ficha técnica
Título: China, la edad de la ambición | Autor: Evan Osnos | Traducción: Luis Murillo Fort | Editorial: Malpaso | Páginas 544 | ISBN: 978-84-941749-6-4 | Formato: 14 x 21 cm. | Formato: Tapa dura | Precio: 26 euros | Fecha: marzo 2017
China, la edad de la ambición
Evan Osnos
Tras pasar cinco años como corresponsal en China de la revista New Yorker, Evan Osnos ha escrito uno de los libros que mejor explica la compleja realidad del gigante asiático en un momento crucial de su historia. El libroanaliza tres grandes temas -la búsqueda de la prosperidad, los intentos de apertura democrática y la espiritualidad- con la presencia omnipresente del Partido Comunista.
El libro también reúne los testimonios de distintos ciudadanos, algunos anónimos y otros tan famosos como Ai Weiwei, el artista plástico que se ha atrevido a denunciar los abusos del macro estado inmerso en esta Edad de la Ambición.
Esta desenfrenada carrera por la riqueza afecta a todos los estratos de la sociedad china y amenaza con romper la estabilidad social que ha sido la clave de su éxito en las últimas décadas.
PRÓLOGO
Siempre que una nueva idea recorre China -sea una moda, una filosofía, un estilo de vida nuevos-, los chinos hablan de ella como de una «fiebre». Poco después de que el país se abriera al mundo, la gente contrajo la «fiebre del traje a la occidental», la «fiebre Jean-Paul Sartre» y la «fiebre del teléfono privado». Era difícil predecir cuándo o dónde prendería una fiebre o qué consecuencias tendría.
En un pueblo llamado Xiajia (1.564 habitantes) se produjo la fiebre por la serie norteamericana de policías Hunter, que en China se conoció como El experto inspector Heng Te. Cuando la serie se estrenó en la televisión china en 1990, los habitantes de Xiajia empezaron a reunirse para ver las aventuras del sargento Rick Hunter del departamento de policía de Los Ángeles y su socio, el sargento Dee Dee McCall, como agentes encubiertos. Y los xiajianos se acostumbraron a esperar que el sargento Hunter encontrara al menos dos oportunidades para pronunciar su frase característica, «Por mí, vale» -aunque en chino acabó sonando como si fuera un hombre religioso, porque lo tradujeron erróneamente como «será lo que Dios quiera»-. La fiebre se fue contagiando, y cada enfermo reaccionó de distinta manera. Unos meses más tarde, cuando la policía local intentó registrar la casa de un campesino de Xiajia, este les dijo que volvieran con una orden judicial, expresión que había aprendido mirando la serie del inspector Heng Te.
Cuando me fui a vivir a China en 2005, estaba habituado a oír contar la historia de la metamorfosis del país en grandes y envolventes pinceladas alusivas a una sexta parte de la población humana y a grandes ejes de la economía y la política.