Ficha técnica
Título: Cácerles y exilios | Autor: Nicolás Sáncez-Albornoz | Editorial: Anagrama |
Colección: Biblioteca de la memoria | Páginas: 336 páginas | Precio: 19,9 euros
Cárceles y exilios
Nicolás Sánchez-Albornoz
Por estas espléndidas memorias, que abordan el periodo comprendido entre 1936 y 1975, desfilan en diez apretados capítulos la actividad clandestina del autor en 1946, su paso por tres cárceles, su procesamiento en un peculiar consejo de guerra, su sonada fuga en 1948 del Destacamento Penal de Cuelgamuros y el exilio en Argentina, donde un obtuso golpe militar interrumpió su carrera universitaria en 1968 y le lanzó a un nuevo exilio en Nueva York. En esta ciudad reanudó su docencia e investigaciones históricas hasta su vuelta definitiva a España. La reminiscencia de esas vicisitudes no se reduce a un anecdotario, sino que, cediendo a su condición de historiador, el autor reflexiona sobre el sentido de unos avatares que no le son exclusivos y sobre las circunstancias nacionales e internacionales que los rodearon. La misma condición le ha llevado a reforzar sus recuerdos personales con documentos de la época, recogidos al abrirse los archivos antes cerrados a consulta. La distancia en el tiempo ha ayudado a que Nicolás Sánchez-Albornoz contemple los hechos ingratos sin concesiones, pero con una pluma no carente de ironía.
Umbral
El presente libro relata en secuencia cronológica cuatro decenios de mis andanzas durante la etapa hostil de la historia de España comprendida entre 1936 y 1975, un infausto período que los españoles -y yo con ellos- más valdría que nos hubiéramos ahorrado. Sus páginas documentan la violencia cometida a mi alrededor y contra mí mismo en forma de cárceles y de exilios. De ahí su título, en plural por mis tres experiencias en cada modalidad. Mi testimonio se abre en la infancia con el asalto al Cuartel de la Montaña que frustró la intentona de la guarnición de Madrid, en julio de 1936, y se cierra, en abril de 1976, al poner pie en el aeropuerto de Barajas y dar por concluido el último de tres exilios. Cualquier tiempo pasado fue mejor, cantó un Jorge Manrique añorante. Discrepo de esa generalización poética. El lote de cárceles y exilios que se han interpuesto en mi camino en el siglo xx certifica que ese pasado no ha sido benévolo ni con mis contemporáneos ni conmigo mismo. Mis prisiones y destierros no me sumieron en la languidez que trasunta el vate renacentista. Cuanto más ingrato mi padecimiento, más me convencía de que España merecía disfrutar de un futuro más amable, parecido por lo menos a la cara que el país luce en la actualidad a pesar de los oscuros forúnculos que, por desgracia, la afean.