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Ficha técnica

Título: Calletania |  Autor: Israel Centeno  | Editorial: Periférica  | Páginas:  176 |  Precio: 14 € | ISBN: 978-84-936232-8-9

Calletania

Israel Centeno

EDITORIAL PERIFÉRICA

Calletania, a través de la gran historia de un barrio de Caracas, cuenta la pequeña historia del Coronel y sus mujeres: la esposa, la actriz, la «lolita». Pero Calletania cuenta también cómo es la política después de la política, es decir, la revolución después del fracaso de la revolución. ¿El resultado? Unas páginas apabullantes pobladas por viejos compañeros de partido y vendedores de droga, por mafiosos y policías corruptos…

En 1992, cuando esta novela que ahora rescatamos fue publicada por primera vez en su país, Israel Centeno se convirtió instantáneamente, gracias a ella, en uno de los autores más seguidos y respetados de Latinoamérica, en una de las voces -todavía demasiado secreta para muchos- más sugerentes y singulares de la narrativa contemporánea.

Con esta nueva edición, Periférica sigue recuperando toda la obra de Centeno aparecida ya en Venezuela. Una obra esencial que J. A. Masoliver Ródenas ha definido con gran exactitud en La Vanguardia: «Nos sumergimos en un mundo de una intensísima carga erótica marcado por la violencia, por el incesto, por las transgresiones sexuales y por las contradicciones en el terreno político y social.»

«En una novela como la que comentamos, en la que la brevedad es un asunto que va parejo al tema que desarrolla, la tensión psicológica y la precisión en la escritura exigen sincronización, la ilusión de que una de sus instancias nunca queda subordinada a la otra. Difícil equilibrio que Centeno consigue plenamente.» (J. Ernesto Ayala-Dip, El País)

II

El faro, donde vive Daniel, es un dedal frente a la casa de universos ocultos. Descuadra la calle, es un punto luminoso en las noches, sus luces permanecen casi siempre encendidas hasta el amanecer. José espera su turno para un partido de ajedrez, recostado en una biblioteca improvisada. Suda. Su cara brillante parece una calva con rasgos y facciones. Se acoda en los libros, entre los que se pueden leer títulos como ¿Qué hacer? de Lenin. Bosteza y mira a su alrededor. El cuarto no tiene gran cosa: una calavera de burro sobre montones de periódicos en desorden, una poltrona descosida cubierta de ropa usada, un retrato de Karl Marx colgado de la pared, un afiche del Che y una ruana. Lo demás, vasos a medio llenar, pantalones y camisas anudados sobre un guacal que funge de mesa de noche y cómoda, porque encima de él hay un espejo donde se distorsiona el reflejo de los que juegan ajedrez sobre la cama.

    -¿Qué estuviste hablando con el Coronel en la platabanda de la casa de Ricardo? -por fin Daniel suelta la pregunta, distraído en una jugada del alfil.

    -Co-cosas. ¿Qué pude haber hablado? -José carraspea y saca un pañuelo para limpiar su cara grasienta y lisa, donde sólo resalta un mostacho enorme al estilo de Nietzsche.

    Daniel se levanta, sale a la calle, todo está tranquilo. Las puertas están cerradas, pero subsisten pequeños grupos dispersos. Se ve la botella traslúcida pasar de boca en boca, las motos subiendo y bajando la pendiente; alguien grita al pasar. Daniel baja la cabeza en un reflejo, busca protegerse. Se escuchan risas junto a la aceleración de la moto. Daniel recuerda. Estaba seguro. Los tres tiros que perforaron su puerta unos días atrás lo habrían matado si en vez de quedarse dormido en la poltrona se hubiese tendido en la cama, como siempre. Esa vez el Biuti había intentado llegar más allá del amedrentamiento, más cerca de tomar su vida y ofrecerla en sacrificio a un dios desbocado, luminoso, terrible. De alguna manera, Daniel debía encontrar el cuello del Biuti, el gaznate del Zucaritas para apretarlos definitivamente, impedirlos del aire.

    Daniel sigue allí, parado frente al faro, mira intensamente a José, convenciéndose de que no cuenta sino con gente como él, que se adhiere no como un gesto de comprensión ni solidaridad íntegra, sino como la única forma de proyectarse. Eran los mismos de las luchas arrastradas durante años, que vienen bogando sin timonel hasta el presente, con su particularidad: el nuevo giro de la historia. A través de él encontraban una manera de darle forma a sus vidas, carentes de molde definitivo, se edulcoraban con posturas para seducir. Ahora todo estaba desarticulado, el rompecabezas con las piezas equivocadas, y sólo quedaba delirar.

    Los delirios cobran cuerpo, se alimentan con una figura paterna que les indica cómo abrir el Mar Rojo. Y allí están Papito, José, Germán, frente a una tabla de ajedrez moviendo piezas, tensando una sonrisa luego de las jugadas, pasando las noches despiertos, durmiendo medios días. Seguros. Saben la importancia que cobran ante los demás al estar en el faro. Por lo menos antes las personas los miraban de distinta manera. Así han llenado sus vidas robando afecto a cualquiera que se lo ofrezca en forma de cervezas o palmaditas en la espalda, como diciéndoles: Está bien lo que hacen, no importa qué.

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Israel Centeno

Israel Centeno nació en Caracas en 1958. Su obra narrativa, que ha obtenido en España gran resonancia crítica y un número fiel de lectores entusiastas, puede dividirse en dos etapas: La primera la constituirían la novela que ahora rescatamos, Calletania (primera edición en 1992), y los libros El rabo del diablo (1994; próximamente en Periférica), Iniciaciones (publicado por Planeta Venezuela en 1996 y reeditado por Periférica en 2006) e Hilo de cometa (publicado por Planeta Venezuela en 1996 y reeditado por Periférica en 2007). La segunda revisa algunos de los tópicos de la llamada «novela postmoderna» -y, a través de ésta, también de la novela de género-. Se trata de un conjunto que algunos han bautizado ya como «ciclo del exilio» y arranca precisamente con Exilio en Bowery (1997), para seguir con, hasta ahora, Criaturas de la noche (2000), El complot (2002), La casa del dragón (2004) y Bengala (2005), todas ellas publicadas ya en Venezuela.

Obras asociadas
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