
Ficha técnica
Título: Anatomía de las distancias cortas | Autora: Marta Orriols | Editorial: LUMEN |
Formato: Tapa blanda con sobrecubierta | Páginas: 144 | Medidas: 154 X 228 mm | ISBN: 9788426404213 | Fecha: abr/2017 | Precio: 19.90 euros | Ebook: 7,99 euros
Anatomía de las distancias cortas
Marta Orriols
«No parecía que hubiera desacuerdo entre ellos, pero algo raro debía de haber…»
La cita de James Salter que encabeza Anatomía de las distancias cortas resume el espíritu de este espléndido libro de relatos. Nada pasa, nada importante al menos, pero lo que cuenta son los pequeños gestos que convierten una escena cotidiana en un drama o un misterio; basta con mirar esa mano femenina que se mueve con discreción cerca, demasiado cerca, del marido de Lali, o el andar incierto de Paula hacia las escaleras del metro; basta con espiar el cuerpo desnudo de una mujer que duerme en la silla del estudio de Andreu sin que él sepa su nombre, o el andar travieso de una silla de ruedas por las calles de la ciudad.
Hay lugar para lo improbable en el día a día de estos espléndidos personajes que necesitan pocas palabras para comunicarse: Marta Orriols, heredera de la prosa de Alice Munro y Margaret Atwood, describe sus gestos con una intensidad que sorprende porque es sobria y emotiva a la vez, y como decía Hitchcock, cuando eso funciona, lo demás sobra.
«Siento decirte que tarde o temprano vas a morir. ¿Ya sabes cómo llenar el espacio entre el aquí y el allá? Ese es tu territorio… agárralo bien.»
Margaret Atwood
Princesa
-¿Seguro que no quieres que te lleve, Paula?
-Me irá bien un poco de aire fresco.
Con un gesto desganado de la mano rechaza por enésima vez la propuesta mientras camina tambaleándose y finge una serenidad imposible. Los zapatos de tacón tampoco ayudan. Son cerca de las seis de la mañana y el cielo de junio se anuncia rosa; tiene ganas de echar a correr, pero las bebidas que ha ido tomando a lo largo de la noche se le mezclan y le provocan un leve mareo.
-Muy bien, tú mandas. Te llamaré para lo del miércoles. Si cambias de idea, me avisas. ¡Descansa, princesa! -le grita cuando arranca el motor. La voz de la amiga suena insignificante cuando pasa con el coche a su lado y toca el claxon tres veces seguidas. El eco de la voz se pierde enseguida entre el ruido de los demás vehículos que también acaban la noche, o que justo se disponen a empezar el día. Una nota agria ha quedado sostenida en el aire como el preludio de la melodía que la acompaña cada vez que baja al infierno: Princesa. Princesa. Princesa.
Se aparta el pelo de la cara, debatiéndose con furia hasta conseguir que ningún rizo le tape los ojos. Se escurre por la boca del metro y de pronto las escaleras se suceden sin fin. La pendiente la invita a la oscuridad, escabrosa, como cada una de las veces que se adentra en ella desde que ha perdido un poco de sí misma.