Ficha técnica
Título: ¿Acaso molesta el ruido que retumba en mi sesera? | Autor: Steven Tyler | Traducción: Ignacio Juliá | Editorial: Malpaso | Formato: Tapa dura | Tamaño: 14x21cm | Páginas: 484 | ISBN: 978-84-15996-42-2 | Precio: 22,50 euros | Ebook: 12,99 euros
¿Acaso molesta el ruido que retumba en mi sesera?
Steven Tyler
La venerable trinidad compuesta por sexo, drogas y rocanrol constituye a estas alturas un tópico próximo a la chuminada aun cuando Steven Tyler se haya consagrado a los ejercicios trinitarios con un paroxismo sulfúrico capaz de disolver hasta los lugares más comunes.
En lo tocante al primer apartado podemos afirmar sin miedo a error que incluso los más consumados atletas genitales rinden sus humilladas cabezas ante las acrobacias de nuestro héroe, cuyo inagotable repertorio de incontinencias es motivo de estupefacción y, por supuesto, de envidia. Con respecto al segundo baste decir que él mismo cifra en veinte millones los dólares dedicados a la adquisición de las sustancias ilícitas empleadas para conocer el éxtasis y, en varias ocasiones, el borde de la muerte.
Las lícitas ni se computan. El tercer sacramento se resume mediante un nombre que ha electrizado a varias generaciones y ha vendido unos ciento cincuenta millones de discos: Aerosmith.
Ese vendaval sonoro acumula ya cuarenta y cinco años, los suficientes para que su voz cantante haya tomado plena conciencia de que es un cuerpo celeste situado en una órbita compartida con, digamos, Keith Richards o el difunto Jimi Hendrix. De acuerdo con los rituales de la galaxia, Steven Tyler ha tomado la pluma para contarlo todo (absolutamente) con tantos pelos y tantas señales que deja otras memorias roqueras convertidas en almibarados cuentos de guardería.
El resultado es este descaro, este desacato obsceno en forma de libro.
Semiprólogo
Si eres martillo, todo te parece un clavo.
Si eres cantante, todo te parece una canción.
«La vida es corta. Rompe las reglas, perdona con rapidez, besa lentamente, ama de verdad, ríe incontrolablemente, y nunca te arrepientas de nada que te haga sonreír.» No somos seres cuantificables; no existe una tabla para medir el deseo. Cuando las rugientes llamas de tu corazón se hayan consumido en rescoldos, ojalá te encuentres casado con tu mejor amiga. Corazonada, conjetura, instinto… una alianza ciega con cualquier cosa puede llegar a matarte, y recuerda siempre… Canta como si nadie pudiese oírte; vive como si el cielo estuviese aquí en la Tierra. Me gustaría decir algo profundo y sin sentido, como «sé fiel a tu propio ser», pero la verdad es que, lo primero que deberíamos hacer, es MATAR A TODOS LOS ABOGADOS.
Cuando era un crío y pertenecía a una pandilla, mi presunto mejor amigo, Dennis Dunn, me golpeaba en el brazo diciendo «¡pásalo, mamón!». Así que me volvía hacia Ignacio y le arreaba en el brazo, «¡Pásalo!». Ignacio se giraba hacia Footie y le golpeaba en el brazo, y Footie le pegaba a Raymond, quien a su vez… me golpeaba a mí de nuevo. Todo se reduce a pelear por una posición. Más tarde comprendí que estar en una banda de música no era muy diferente. Sólo que en mi nueva pandilla, Brad le atizaba a Tom, Tom le daba un golpe a Joey, Joey pegaba a Joe y Joe me propinaba un puñetazo a mí (en la boca), y ésta es la forma más dulce que se me ocurre de contarte lo que pasa en todas las bandas que han existido (por lo menos en aquéllas que duraron más de diez años y tuvieron la oportunidad de emitir luz).
Recuerdo que una vez mi madre, al contarle que quería ser como Janis Joplin, me dijo: «Si emites la luz, serás la diana de los miedos, dudas e inseguridades de los demás. Si eres capaz de soportarlo, Steve, mi pequeño Skeezix [personaje de los cómics Gasoline Alley], puede que tengas tu Blue Army [club de fans de Aerosmith] ». ¿Lo adivinas? ¡Conseguí ambos cañones! También querría manifestar aquí, vecinos y conocidos, que mi viaje vital no me ha llevado a un lugar donde deshonrar, desmoralizar o dañar a nadie… Así que, todos VOSOTROS, los que habéis alborotado mi plumaje y me habéis hecho daño por ser un niño inquisitivo o un artista hipersensible y tocacojones, recordad que, como decían sobre Mongo en la película Sillas de montar calientes, si le disparáis a Steven, sólo vais a lograr que se enfade.
Cuando eres joven, lo experimentas todo por primera vez, y, puesto que te ocurre a ti y de un modo tan natural, sencillamente es… y haces tu camino pleiteando a través de ello. En la madurez, discutes cada jodida cosa, y pierdes una enorme cantidad de energía discutiendo los porqués de todo. Anhelas encontrar a ese ángel de la tormenta que extraerá tu fuego interno. Empiezas a creerte que has logrado superar seis décadas porque hay un ángel en tu hombro.
Por eso compongo canciones; porque he vivido los cambios que van de no saber NADA a saberlo TODO, y ahora, a mis sesenta y tres años, vuelvo a NO SABER NADA. Y, cuando tu mente se vacía del llamado conocimiento, es libre para usar la imaginación. Como dijo una vez Albert Einstein: «La imaginación es más importante que el saber.»
La radio emite tu canción; la melodía es tan pegadiza que se arrastra hasta el interior de la gente que la escucha y cambia su Totalidad. ¡Y ellos se ponen a cantarla! Te has metido en su interior. Les has hecho el amor. Te has inmiscuido en su alma… y viceversa. Es como un vujà Dé, y ahí es cuando se manifiesta el milagro… estáis intercambiando rostros, lugares, espacios y bendiciones.
Padre de cuatro hijos (los amores de mi vida), autor de canciones, tengo un doctorado de Berkeley y otro de UMass, Boston, y soy poeta, pintor, adicto a las drogas, una persona que aprende algo nuevo cada día, desde el Hogar para los Recientemente Saludables de Malibú hasta cenar con el jeque Nion en Abu Dhabi… y ahora… ¿escritor? ¡Debes de estar de broma! RoMANces. SeMÁNtica. Exótico, neurótico, ¡lo que quieras! ¿Te molesta el ruido de mi cabeza… ya? ¿Sí, en serio? Pues diría que empezamos bien.
S.T.