Ficha técnica
Título: 1Q84 Libros 1 y 2 | Autor: Haruki Murakami | Editorial: Tusquets | Colección: Andanzas 747/1 | Género: Novela | ISBN: 978-84-8383-296-7 | Páginas: 737 | PVP: 26,00 € | Publicación: Febrero de 2011
1Q84 Libros 1 y 2
Haruki Murakami
En japonés, la letra «q» y el número «9» son homófonos, ambos se pronuncian kyu, de manera que 1Q84 es, sin serlo, 1984. La variación en la grafía remite a la sutil alteración del mundo en que habitan los personajes, que es, sin serlo, el Japón de 1984. En ese mundo, en apariencia normal y reconocible, se mueven Aomame, una mujer independiente, instructora en un gimnasio, y Tengo, un profesor de matemáticas. Ambos rondan los treinta años, ambos llevan vidas solitarias y ambos perciben a su modo el desajuste en una serie de recuerdos deshilvanados de su infancia o del pasado inmediato, recuerdos que, sin ellos saberlo, los vinculan con la fuerza de un destino inexorable.
Y ambos son más de lo que parecen: la bella Aomame es una asesina de maltratadores; el anodino Tengo, un aspirante a novelista, al que su editor ha encargado en secreto la corrección de La crisálida del aire, una enigmática obra -en la que aparecen unos diminutos seres de misterioso poder- dictada por una esquiva y cautivadora adolescente, para que gane un premio literario de prestigio.
1Q84 es un compendio del mejor Murakami: una imaginación portentosa teñida de un delicado sentido del humor; personajes solitarios y heridos pero impulsados por anhelos universales; y ambientes enrarecidos, cargados de una sensualidad y una violencia de turbadora belleza. Y, de fondo, el ruido del desmoronamiento de los sueños e ilusiones de los años sesenta, entre cuyos escombros Murakami escarba con orwelliana precisión.
En el presente volumen publicamos los dos primeros libros de la obra; cada libro está dividido a su vez en veinticuatro capítulos, siguiendo la estructura de El clave bien temperado de Bach. Le seguirá, proximamente, la publicación del tercer libro.
El mundo de ficción que crea Murakami es una especie de paisaje de pesadilla, impregnado de sentido del humor, en el que dicotomías simples como el bien y el mal, la felicidad o la infelicidad, ya no sirven. Pero a cualquiera que haya vivido el terremoto de Hanshin y los ataques con gas sarín de la secta de Aum Shinrikyo en Japón, o a quien intente entender nuestro mundo post-11S, este estado de suspensión de la realidad -surreal, amenazante, como en un sueño- debe resultarle muy familiar. Seguramente, ésa era la intención de Murakami. Ozaki Mariko, Japanese Book News
La obra de ficción de Murakami es cada vez más necesaria para nuestra comprensión del mundo actual, y en esta ocasión su escritura es más refinada que nunca. Matthew Chozick, The Japan Times
1Q84 es la obra maestra de Murakami. Frankfurter Allgemeine Zeitung
La literatura japonesa es la más enigmática del mundo. También Murakami sabe salvaguardar sus enigmas. Pero gracias a su profunda humanidad, son enigmas para el mundo entero. Süddeutsche Zeitung
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AOMAME
No se deje engañar por las apariencias
La radio del taxi retransmitía un programa de música clásica por FM. Sonaba la Sinfonietta de Janácek. En medio de un atasco, no podía decirse que fuera lo más apropiado para escuchar. El taxista no parecía prestar demasiada atención a la música. Aquel hombre de mediana edad simplemente observaba con la boca cerrada la interminable fila de coches que se extendía ante él, como un pescador veterano que, erguido en la proa, lee la aciaga línea de convergencia de las corrientes marinas. Aomame, bien recostada en el asiento trasero, escuchaba la música con los ojos entornados.
¿Cuántas personas habrá en el mundo que, al escuchar el inicio de la Sinfonietta de Janácek, puedan adivinar que se trata de la Sinfonietta de Janácek? La respuesta probablemente esté entre «muy pocas» y «casi ninguna». Pero Aomame, de algún modo, podía.
Janá:ek compuso aquella pequeña sinfonía en 1926. El tema inicial había sido creado, originalmente, como una fanfarria para una competición deportiva. Aomame se imaginaba la Checoslovaquia de 1926. La primera guerra mundial había finalizado, por fin se habían liberado del prolongado mandato de la Casa de Habsburgo, la gente bebía cerveza Pilsen en los cafés, se fabricaban flamantes ametralladoras y saboreaban la pasajera paz que había llegado a Europa Central. Ya hacía dos años que, por desgracia, Franz Kafka había abandonado este mundo. Poco después Hitler surgiría de la nada y, de repente, devoraría con avidez aquel bello país, pequeño y recogido, pero por aquel entonces nadie sabía aún que ocurriría esa catástrofe. La enseñanza más importante que la Historia ofrece a las personas tal vez sea que «en cierto momento nadie sabía lo que sucedería en el futuro». Aomame se imaginaba el apacible viento atravesando las llanuras de Bohemia y, mientras escuchaba aquella música, refle xionaba sobre las vicisitudes de la Historia.
En 1926, el emperador Taisho- falleció y se produjo la transición a la era Sho-wa. En Japón también estaba a punto de comenzar una época oscura y abominable. El breve interludio de modernismo y democracia se terminó y el fascismo desplegó su poder.
La Historia era una de las aficiones de Aomame, junto con el deporte. Apenas había leído novelas, pero podía leer cuantos libros históricos se le pusieran delante. De la Historia le interesaba el hecho de que todos los acontecimientos estaban, en el fondo, vinculados a determinadas épocas y lugares. Acordarse de las diferentes épocas no le resultaba difícil. Aunque no memorizara las cifras, cuando podía captar todas las relaciones entres los diversos hechos, las épocas le venían auto máticamente a la cabeza. En los exámenes de Historia durante la secundaria y en el instituto siempre sacaba las notas más altas de la clase. Cada vez que alguien le decía que se le daba mal recordar épocas históricas, ella se extrañaba. ¿Por qué no son capaces de hacer algo tan sencillo? Aomame era realmente el apellido de aquella chica. Su abuelo paterno era oriundo de la prefectura de Fukushima. Se decía que en aquellos pequeños pueblos y aldeas en medio de las montañas había varias personas que se apedillaban Aomame. Antes de que Aoma – me hubiera nacido, su padre rompió los víncu los con su familia. Lo mismo sucedió con su madre. Por eso, Aomame nunca llegó a conocer a sus abuelos. Apenas viajaba, pero si se le presentaba la oportunidad de hacerlo, tenía por costumbre abrir la guía telefónica del hotel y averiguar si había alguien apellidado Aoma me, aunque hasta entonces, en todas las ciudades y todos los pueblos que había visitado, no había encontrado a nadie que se apellidara así. En esos momentos se sentía como una náufraga solitaria arroja da a merced de las inmensidades del océano.
Dar su apellido siempre le resultaba fastidioso. Cada vez que lo pronunciaba, la gente la miraba a la cara, extrañada o desconcertada. ¿Aoma me? Sí. Aomame. Se escribe con los caracteres de «verde» y de «legumbre». Cuando la contrataban en una empresa y debía utilizar tarjetas de presentación, había vivido muchas situaciones embarazosas. Al entregar la tarjeta, la gente se quedaba mirándola fijamente durante un rato. Como si de golpe le hubiera entregado una carta anunciando una desgracia. También había oído risas sofocadas al dar su apellido por teléfono. Cuando la llamaban en las salas de espera del ayuntamiento o del hospital, la gente erguía la cabeza y la miraba. Quizá se preguntaran qué cara podría tener alguien apellidado Aomame.