Jorge Eduardo Benavides
Esta semana hemos tenido un gran número de participantes, muchos con ejercicios de planteamientos sugerentes y finales sorpresivos, con discursos audaces y elaboraciones llenas de imaginación… pero también, gran parte de ellos ha tenido el mismo problema: cambiar a la tercera persona cuando la propuesta requería manejarse siempre en primera persona. Como verán en los comentarios que hemos agregado a los textos que colgamos, muchas de nuestras observaciones tienen que ver con ese ángulo narrativo que llamamos «focalizador» y que viene a ser algo así como la cámara subjetiva, el punto de observación elegido para narrar. Normalmente el focalizador se sitúa en la tercera persona y muy cerca de un personaje: desde allí nos cuenta lo que ocurre, de tal manera que uno tiene la impresión de que está mirando el acontecer desde uno de los actores de la historia. En el caso de nuestra consigna, situamos el focalizador en una primera persona, ese que al llegar a su casa se «ve» salir y decide seguirse. Pero también dejamos en primera persona a quien sigue: él mismo. Así, tenemos dos personajes (para los efectos de la ficción así es) en primera persona, de tal manera que podemos pasar de la conciencia y visión de uno de ellos a la conciencia y visión del otro sin abandonar la persona gramatical elegida. En muchos casos, ya decimos, se abandonó la primera persona y el narrador se situó en la tercera («Él caminaba muy rápido…») con lo cual, aunque técnicamente impecable, el texto se desmarcaba de los criterios propuestos. Les recomendamos a todos que insistan en el ejercicio y verán qué rigor requiere dejar siempre claro que se trata de dos, aunque la persona narrativa sea la misma. De todas formas, debemos decir que estamos muy satisfechos por la evolución de nuestros participantes habituales y por el entusiasmo de quienes recién se incorporan. A todos les emplazamos para que cuelguen comentarios y observaciones. Buen fin de semana!