Jorge Eduardo Benavides
Y bien, después de un par de semanas hablando y escribiendo sobre el micro cuento, hemos llegado – creo que sanos y salvos– al último de los discursos o estilos narrativos. Esto no quiere decir que estas cuatro fórmulas o maneras que tiene el narrador de hacer participar con su voz a los personajes sean las únicas: en realidad, la mezcla de estas fórmulas permiten riquísimas y interesantes combinaciones que le dan al texto literario una extraordinaria calidad, si se saben utilizar bien. No siempre sirven todos los discursos para todos los casos y depende de la intuición pero sobre todo del oficio saber manejarlos adecuadamente y lograr los efectos que querramos. Básicamente, los discursos sirven para suplantar los énfasis y las inflexiones de voz -junto con el tono y el ritmo narrativo, como vimos en consignas anteriores- que se dan en la vida «real» y que permiten que un texto simule esa misma realidad airosamente. El último de los discursos que vamos a ver es el libre directo y resulta muy sencillo, toda vez que gracias a una conjunción dentro de la frase, cambia su sentido y pasa de la tercera persona a la primera, o viceversa. Veamos un ejemplo:
«Entraron al bar y cuando vino el camarero pidieron una ronda de cañas, un plato de jamón, dos de tortilla, aceitunas y tráenos también un revuelto de gambas…»
O veamos el que usa Anderson Imbert, que también ayuda a ver mejor el uso del discurso libre directo:
«…entonces le dio una bofetada para que aprendás a respetar a tu padre.»
Como pueden observar, ambas frases se inician en tercera persona («Entraron al bar», «Entonces le dio una bofetada») para de inmediato y sin previo aviso, pasar a la primera persona («tráenos también un revuelto de gambas») («…aprendás a respetar a tu padre») esto crea un curioso ritmo de la narración, que permite la entrada intempestiva de la voz del personaje en plena acción del relato, sorprendiendo al lector, aunque sin sacarlo de la situación. Ello se logra gracias a la conjunción, en el primer ejemplo de la «y» que parece continuar con la enumeración de los platos que se solicitan, pero que en realidad sirve para cambiar la dirección de la frase y trasladar a la primera persona del plural. Otro tanto ocurre en el segundo ejemplo con el «para» que establece un puente entre la primera parte de la frase y la segunda, ya completamente en primera persona, en la voz misma del personaje. El uso de este discurso puede permitir darle a un texto mayor intensidad y sobre todo, plasticidad.
La propuesta de la semana
Como hemos visto ya los cuatro discursos, en esta ocasión vamos a proponernos algo más ambicioso: vamos a escribir un diálogo entre dos personajes utilizando los cuatro discursos. NO es necesario que la historia quede completamente cerrada, sino simplemente que sepan usar los cuatro discursos para darle fluidez y plasticidad al relato. El texto debe empezar así:
«-No me dejes ser orgullosa, Simón -le pidió-. No me lo permitas.
-Es tu derecho.
-Me estoy portando como una bruja. Me olvido de tus hijos.»
(Recogido de un cuento de La prisionera, del escritor chileno Carlos Franz)