Joana Bonet
Un tono de voz bajo que modula según la carga del mensaje y que se hace más grave cuando suelta un taco: acojonante, joder, coño… “mis amigas me ponen a parir”. Una camisa blanca, en esta campaña de una talla más que en las anteriores: “Procuro que mi aspecto físico nunca sea noticia. Cero joyas”. Una playa pedregosa en Altea y una infancia feliz que olía a azahar y algas. Abuelos franceses e italianos. Estudiante del Liceo leía a Enid Blyton en francés, y de joven a Sartre, Camus y Beauvoir: “Ellos me introducen en el pensamiento político”. La movida, Nacha Pop, la democracia: “Tener 20 años en los ochenta fue un chollo. España estallando de libertad, de política, de rock and roll. Nunca fui proclive a las drogas. Canutos sí, pero es que eso no lo considero ni droga”.
Una vida sin sobresaltos: “Lo peor que me ha pasado ha sido la muerte de mis abuelos”. El único pero: “Irme a Bruselas por la mañana dejando a mi hijo con cuarenta de fiebre”.
Elena Valenciano sigue siendo Malena en su casa. Hija de un médico liberal de UCD que trajo la vacuna de la polio a España y de una madre de derechas que leía el ABC “de antes”, empezó a militar en las juventudes socialistas con 17 años: “En verdad, porque me enamoré de uno de los dirigentes de entonces, Magdy Martínez (actualmente ocupa un alto cargo en las Naciones Unidas)”.
¿El no haber terminado la universidad significa una mancha en su currículum?
Me pasaron muchísimas cosas, y no encontré el momento para terminar la carrera. Ahora bien, si hubiera sido hija de clase trabajadora, probablemente no me hubiera permitido ese lujo, en mi familia siempre fueron a la universidad… ¡Claro que mis padres se disgustaron! Pero yo me puse a hacer teatro en El Gallo Vallecano, a viajar por América Latina y a militar en el feminismo. No voy a presumir de ello, pero tampoco es un drama. Mi nivel de competencia no vendrá por el título sino por si soy capaz o no de hacer las cosas.
¿Qué significa ser una mujer del aparato?
Es que no es verdad. Es una cosa increíble eso… Mi primer cargo fue cuando Josep Borrell me llevó en las listas al Parlamento Europeo. Entonces yo dirigía la Fundación Mujeres. Había sido la niña del feminismo de los ochenta… Pero no tuve un cargo en el Partido Socialista en mi puta vida. El primer cargo público fue contra el aparato, con Borrell, a quien fui a ofrecerme. Y en el 2007 (Valenciano tenía 47 años) me hacen secretaria de política internacional del partido. Es mentira que haya chupado del aparato, pero como soy la número dos, les encaja decir que llevo toda la vida allí.
¿Cómo es su relación con Alfredo Pérez Rubalcaba?
Nos llevamos muy bien y muy mal, como en una convivencia, pero hay lealtad, cariño y admiración.
Claro que hay que saber muy bien donde estás, no te puedes permitir flaquear. Estás rodeada de hombres todo el día y no es fácil: arriba hay muy pocas mujeres y muchos machos alfa (baja la voz).
A usted también la llaman mujer alfa…
Ya sé que me llaman así, y lo entiendo. El macho alfa en los trineos es el perro que esta delante de los huskys siberianos, y es alfa porque tiene que tirar de los otros perros; si le duele una pata, se tiene que joder porque tiene que tirar del resto.
¿Nunca encajó en el perfil de ministras de Zapatero?
Es que yo nunca he querido ser ministra… Me tantearon varias veces, pero estaba vacunada por el sacrificio que comporta el cargo y el escaso margen de actuación que tienes. Hace poco, Zapatero me dijo que de lo único que se arrepentía era de no haberme nombrado ministra. Y le hubiera dicho que no. O vicepresidenta o nada (risas), no porque quiera más poder sino porque si quieres hacer algo tienes que poder hacerlo.
Europa, esa vieja dama envejecida.
No se me ocurre ninguna idea mejor que Europa, es el momento de trabajar por un renacimiento de la Europa que todos hemos soñado.
¿Y Catalunya?
Es tremendo lo que ocurre; veo cómo mes a mes crece la distancia. Los hijos de todos mis amigos están en la independencia…
Dos presidentes que cada uno va a su bola y no se sientan a hablar, mientras la sociedad catalana y el Gobierno de España están separándose. Es una gravísima irresponsabilidad porque cuando vayamos a querer hacer algo, ya no vamos a poder.
La entrevista tiene lugar tres días antes del comentario suicida de Arias Cañete, que la tildó de “mujer indefensa”. No podía hacerle mejor regalo a una activista del feminismo cuya batalla se remonta a aquel primer cartel contra los malos tratos, Mujer, no llores, habla, que escandalizó a propios y ajenos: “Cómo os vais a poner a hablar eso, si pertenece a la intimidad de las parejas…”, les decían. Asegura enfermar cuando ella o los suyos cometen errores: “Siempre digo que lo único que no tenemos que hacer es no patinar; no hay que sobreactuar, tú no eres tú sino la portadora de un mensaje con 135 años de historia”.
En lugar de somnífero, recurre a su marido, “mi chico”, el arquitecto Javier de Udaeta. Dice que le basta sentirlo al lado para que pueda dormir… “Esta semana le llamé porque estaba muy estresada, vino a Madrid, me hizo dormir tres días y como nueva. Si no llega a ser por él yo no hubiera podido hacer esto. Es guapo, está bueno y además es bueno, las tres cosas”.
Debe sentirse satisfecha de su vida.
Lo mejor que hecho en mi vida es volverme loca combinando mi libertad, los hijos y la tarea política. Se puede con todo y no hay que renunciar a nada, aunque duermas menos, aunque te agobies, la vida es supercorta y hay que hacer todo lo que puedas: divertirte, follar, tener niños, hacer política, leer y ayudar a la gente.
(La Vanguardia)