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Pechos que no venden

Por 14 de octubre de 2013 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

No fue “un episodio capaz de producir objetivamente una perturbación grave del orden”. Así lo dictó en su auto el juez Ramiro García de Dios, ordenando la puesta en libertad de las activistas de Femen que alborotaron el Congreso con sus grafiteados pechos al aire. El juez parte de una premisa monumental: desnudar el torso “en la realidad social del tiempo actual” ya no escandaliza a nadie. Acaso podrían causar disturbio grave las palabras de las activistas, afirma, pero no tanto por su contenido sino por dar voces hasta interrumpir abruptamente las sesión. La lógica del juez parece la propia de una sociedad madura y cansada: resulta más condenable armar griterío entre las bancadas de sus señorías que plantarles un topless reivindicativo en pleno escaño.
Protestar con las tetas apuntando a la lente de la cámara no significa protestar más, pero sí conseguir un eco mediático que, a día de hoy, sigue funcionando. Quién lo hubiera dicho. La mamocracia es en nuestros días un lugar común que, como bien advierte el juez, se ha convertido ya en costumbre. Las mujeres exhiben sus tetas por motivos bien dispares: bajo el sol, para mostrar rebeldía, con deseos lúbricos o para amamantar a sus hijos. En las campañas de publicidad, en el cine, en las revistas que promueven un erotismo cool -como la resucitada Lui, dirigida por el escritor y provocador profesional Frédéric Beigbeder; o la barcelonesa Odiseo-, las modelos posan ante fotógrafos estrella en desnudos llamados “estéticos”, glamurosos o minimalistas. Eso ocurre en un dobladillo de la realidad, y por su intensidad como espectáculo predomina en el discurso público de los senos desinhibidos.
Pero, en el otro extremo, entre la masa difusa de las vidas corrientes, en las que no hay asomo de exhibicionismo ni de bronca, muchos pechos corren otra suerte: en la Comunidad de Madrid, 30.000 mujeres no han podido someterse desde hace más de medio año a una mamografía preventiva. Asuntos de contratos con clínicas privadas. Recortes. Y como resultado, una dimisión del sistema en toda regla. La Sociedad Española de Oncología Médica ha anunciado su preocupación, y el PSOE pide abrir expediente, pero el caso es que esas 30.000 mujeres de entre los 50 y los 69 años -a partir de entonces te desahucian del protocolo de prevención- aguardan su cita con la máquina. “No respires, no te muevas”. Los pechos oprimidos entre planchas de acero. Una prueba sádica, dolorosa, y aun así salvadora y reconfortante. Cierto que no es lo mismo el amor que el sexo, ni el erotismo que la ginecología. Y que los pechos expectantes de una mamografía poco tienen que ver con los senos morbosamente felices de las revistas que ahora vuelven a los quioscos de la Rive Gauche ni con las tetas protestonas de Femen. En verdad son más noticiables, sí; pero no venden.
(La Vanguardia)

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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

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