Joana Bonet
Hay un momento en que la adolescencia entra de nuevo por la puerta de casa, con sus mejillas encendidas, las cejas furiosas y un sudor feromonado. Algunos días llega con la sonrisa iluminada, el ensueño impresionando la mirada, y piensas: la habrá besado. O acaso le habrán dicho que es guapa. O puede que sólo imagine el día en que andará encima de los tacones que ha pedido para cuando cumpla los dieciséis. Pero otras tardes, los primeros pasos al cruzar el umbral truenan sordos, como aviso de que anda enrocada en un laberinto estéril de no-sé-qués capaces de hacer detestable la presencia materna.
Los adolescentes a menudo emanan satisfacción, al igual que dudas, complejos, autorreproches, languideces y poca calma para mantener la alegría a pesar de los asaltos entregados, porque aún creen que el tiempo es una línea recta por la que se avanza y que invariablemente va mejor. Basta con dejarse ir suavemente. Negociar con ellos es un asunto fatigoso, pero también vitaminado: un acto de resistencia que te devuelve ese coraje juvenil que creímos invencible. Nunca convences a la primera, pero hay ideas que se posan en la mesilla de noche, junto al iPhone, y dos o tres días más tarde regresan amañadas con sus propias palabras. Aunque también hay noes, imprescindibles como el agua. El no a un adolescente es, para ellos, el dique que frena un poderoso deseo de elección, autoafirmación y libertad. Justo los valores que subliminalmente dice transmitir el comentado anuncio de Desigual con una chica que se prueba ropa delante del espejo y pincha condones. Un “grito a la liberación personal y al derecho a perseguir los sueños” según sus responsables, que se ponen la zancadilla al justificar que, sea como fuere, no pretenden “proponer patrones sociales de conducta”.
Me parece muy bien que la chica que simula un bombo con un cojín reviente preservativos, como si quiere hacer globos con ellos. Pero ese anuncio de una marca que ha logrado un increíble éxito internacional, que visten muchos chavales en la edad del pavo, y que proclama con encantadora ingenuidad que “la vida es chula”, iba acompañado del rótulo: “Día de la madre”. Las cifras de embarazos infantiles no dejan de ser preocupantes: en el 2011 nacieron 3.289 niños de madres menores de 17 años en España, según datos del INE. Aunque no quiera ser ejemplar, ni proponer modelos de conducta, la publicidad no puede dimitir de sus responsabilidades. ¿Qué imagen de mujer se perpetúa con este spot? Como si hoy, para ser madre en solitario, se tuviera que recurrir a esos métodos tan rastreros que alientan al engaño y a la trampa, en lugar de recomendar una higiénica inseminación artificial.
(La Vanguardia)