Jean-François Fogel
Es un mero suceso: un adolescente de 16 años detenido durante 24 horas por la policía francesa. No por un crimen, sino un delito, pero un delito muy serio, pues la justicia lo amenaza con cinco años de cárcel y una multa de medio millón.
No se puede decir su nombre y apellido por su edad, pero sí se puede hablar del acto terrible que cometió: una traducción del séptimo volumen de Harry Potter al francés. Una traducción completa de las 759 páginas. La puso en su sitio web unos días después de la publicación de la obra. Es un acto de piratería que provocó una demanda en justicia de la casa editorial Gallimard y el cierre inmediato del sitio.
Hay varias versiones de la noticia en el sitio de la BBC como en los sitios franceses de Le Monde y Liberation. Vemos que el traductor “oficial” sigue trabajando: los lectores franceses no van a sacar la obra antes de fin de año. Lo que me hace pensar que este jovencito hizo una hazaña.
Para la policía es imposible que haya trabajado solo. Francamente no lo sé. Los programas de reconocimiento de la voz son tan buenos que quizás una traducción oral es el secreto de la operación. Pero lo que más me llama la atención es la calidad de la traducción según sus lectores. Tenemos un joven traductor con talento. No hay que mandarle a la cárcel. Sería mejor favorecer el florecimiento de su orientación literaria con un premio -no vale la pena ofrecerle un año de estudio en la escuela Poudlard, ya no la necesita, es un mago por producir una obra tan amplia con la velocidad del relámpago).
Además, veo una especie de homenaje en el hecho de traducir toda la obra. El escritor francés Francois Bon publicó la traducción de las siete últimas páginas de la novela en su blog, supuestamente para romper la tensión comercial del evento. A mi juicio era una manera de dañar el libro. Lo que no es el caso del traductor totalitario.
Hace años, se le quitó el premio Pulitzer de reportaje a una periodista del Washington Post, Janet Cooke, al descubrir que había inventado la historia de un chico de ocho años con adición a la heroína. En este caso García Márquez pidió para ella un premio de literatura. “Hizo lo más difícil, dijo, hacer creer algo a su lector”. Tengo el mismo sentimiento ahora con este joven traductor: hizo lo más difícil, recrear toda la obra en otro idioma. Un premio sería mejor que la cárcel.