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¿QUÉ PASA?

Por 29 de marzo de 2006 Sin comentarios

Jean-François Fogel

Me despierto en un país donde, ayer, entre uno (según la policía) y tres (según los sindicatos) millones de personas se manifestaron en la calle. Piden al gobierno renunciar a la promulgación de la ley sobre el «Contrat de Première Embauche» (CPE – Primera contratación laboral) que pretende facilitar la entrada en el mundo del trabajo a una persona que no tiene formación. Durante dos años, la empresa puede poner fin al contrato de esta persona sin tener que justificar la razón de su despido. El CPE no quita nada al hermético y complicado "código del trabajo" que rige en Francia las relaciones entre una empresa y sus empleados, sino que intenta probar una solución nueva. No existe algo más peligroso para un gobierno en Francia que intentar hacer algo nuevo para una parte de la población. El resto de la población se moviliza en seguida, pues Francia es el país del igualitarismo ciego y de la defensa de los privilegios.

En las manifestaciones estaban personas que tienen trabajo, que esperan tenerlo en el futuro (estudiantes) o que lo tuvieron (jubilados). Nadie, tanto entre los organizadores de las manifestaciones como en la prensa, ha dicho que en la calle estaban quienes constituyen el objetivo de la nueva ley: los desempleados, sobre todo de los suburbios, donde la tasa de desempleo supera el 40%. Como el gobierno actúa con una pobrísima capacidad de animar un diálogo social o simplemente de explicarse, y la oposición supera cada día su record de mala fe, se vio a la Francia de siempre: el reino de la ideología y de los privilegiados (tener un trabajo ya es un privilegio en ciertas partes de la población).

Cualquier persona que conoce Francia reconoce en lo que ocurrió ayer un juego político, donde cada uno toma una postura en la vieja comedia de la muerte anunciada de un primer ministro (recordamos a Juppe en 1995 con su reforma de las jubilaciones), en lugar de buscar de manera pragmática una solución. Quizás los franceses somos tontos. Lo pensé de verdad al leer los últimos cálculos del profesor Richard Lynn que da un promedio de inteligencia (Intelectual Quotient) de 94 a los franceses en contra de 98 para un español, 100 para un británico y hasta 107 para un alemán.

Al navegar por Internet uno se pregunta si lo que pasa de verdad tiene que ver con las pesadillas clásicas de los franceses o si son cosas más graves, podríamos decir definitivas. Hoy, más que el CPE, me preocupa saber qué pasará con el lince ibérico si siguen las obras de la autopista M-501 cerca de Madrid, o si de alguna manera la mezquita de Córdoba conseguirá recuperar las vigas que se prononen a una subasta en la casa Christie’s de Londres o, aún más importante, si la solución del tema de las papeleras que enfrente a Uruguay y Argentina se va a resolver con o sin un impacto ambiental sobre el río Uruguay.

¿Qué hacemos a los animales, a nuestra historia, a nuestra tierra que nunca podremos recuperar?  Esta es la pregunta. En lo que tiene que ver con los franceses no hay que preocuparse. Son tontos y creen más en los gritos de la calle que en la democracia (herencia de la Revolución). Pero como muchos me lo piden, voy a explicar lo que pasa en Francia. Es muy sencillo. Para entenderlo hay que recordar unos segundos de la película Manhattan de Woody Allen cuando, en la inauguración de una exposición, una mujer cuenta que por fin ha tenido un orgasmo el día anterior. «Pero -añade la mujer-, mi analista ha dicho que este orgasmo no vale, no era de los buenos». De esto se trata en Francia: los manifestantes le dicen a los desempleados que quizás podrían conseguir un trabajo pero que su contrato no sería de los buenos.

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Jean-François Fogel

Jean-François Fogel Periodista y ensayista francés, trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha publicado varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina, entre los que destaca  un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg (Punto de Lectura, 2007).

En 2010 se dedicó a renovar los seis sitios de los diarios del grupo francés SudOuest, donde continua siendo asesor de la estrategia digital. En los últimos años, se encargó de la creación de una plataforma de información digital para el grupo France Televisions, una de las tres más importantes de Francia. Asesora a varios medios en Europa y América Latina tanto en la concepción de sitios, como en la organización de la producción digital. Es director del Executive Master of Media Management, del Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po).

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