Jean-François Fogel
El fin de semana fue tétrico en París. Sobre todo el sábado, en el centro de la ciudad. Había la combinación de dos eventos: les journées du patrimoine y la technoparade. Lo primero es un día de “puertas abiertas” en todos los edificios del Estado (museos, archivos, castillos, palacios, administraciones, etc.) y en París no faltan edificios del Estado; lo segundo es la copia parisiense del desfile dedicado a la música tecno que nació en Berlín hace unos años.
No se puede mezclar dos atmósferas más distintas: por una parte, la admiración pasiva de una muchedumbre que se dedica a hacer colas, con tremendo orden, para entrar en un «hotel particulier» y comprobar la «grandeza» de Francia. Caso ejemplar: seis horas de cola para entrar al palacio de l’Elysée –ex casa de una cortesana– y ver el despacho del presidente Sarkozy. Por otra parte, algo muy contradictorio: el lento desplazamiento de unos camiones dotados de unas máquinas de sonidos dentro de otra muchedumbre bailando en un botellón con sabor a motín del baile. Para este día, la policía recibe tapones para las orejas.
En el centro de París, entre los barrios de la Bastille y Le Chatelet, los dos eventos pisaban las mismas calles, con tremenda confusión cultural. Lo peor (o lo mejor, nunca se sabe) fue el tema de la «technoparade»: el reciclaje de las basuras. Me explico: un oligofrénico en el ayuntamiento de la capital había tomado la decisión de poner en la primera línea del carnaval musical cubos de la basura gigantescos, de color amarillo, como los que utilizan los parisieiens (ver la foto de T.O.L.I). Y así fue en la convivencia de una doble celebración: el patrimonio cultural y la basura. Vivimos tiempos de confusión.
No es cierto que, tal como lo dice Bogart, alias Rick, en Casablanca, siempre tendremos a París. La ciudad se va, se pierde en la confusión del mercantilismo y de la pobreza cultural. Lo pensé mucho al leer un artículo maravilloso (en inglés) de Alice Kaplan sobre el uso de la ciudad por una extranjera. Sobre lo que hay y lo que hubo en la capital francesa. Alice Kaplan es la autora de The collaborator, un libro sobre el proceso y la ejecución de Robert Brasillach, un autor condenado a muerte por el contenido de sus libros en la época de la ocupación de Francia por las tropas nazis. Kaplan, que lo sabe todo sobre París, lo dice con suma franqueza: seguimos amando a París no tanto por lo que queda en la ciudad sino por los «recuerdos personales» vinculados a ella.