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Novelas políticas

Por 28 de abril de 2008 Sin comentarios

Jean-François Fogel

Cada sábado, hay dos lecturas importadas desde Londres que son imprescindibles para mí: el suplemento Review de The Guardian que es de hecho un suplemento dedicado a la literatura; y el Financial Times, que tiene una reseñas excelentes como la que aparece en la última, The Spin in the tale. Es imposible traducir este título, pues sí sabemos que tale quiere decir cuento, pero  a lo que se llama spin en la política inglesa no es "torbellino" o "trompo" sino "trampa", una manera de engañar a la opinión pública, de cometer un abuso de comunicación sin salir del juego clásico de la política. El artículo es apasionante: al explicar cómo el gobierno de Margaret Thatcher provocó la aparición de una serie de novelas que pretendían describir la sociedad inglesa bajo el mando de la dama de hierro su autor, Adrian Turpin, no reconoce el mismo mérito a Tony Blair.

Se define muy bien, en este artículo, el trabajo de los novelistas que se meten en este camino: "su trabajo no consiste en decirnos algo sobre la gente en el poder, más bien de mostrarnos cómo ideas políticas, aunque parecen abstractas e impersonales, entran en el tejido de la vida diaria, infiltrándose en los hogares, lugares de trabajo y hasta en nuestras relaciones personales." Es lo que hacía Balzac en Francia y su obra sigue siendo lo mejor que se puede leer para entender a un amplio período del siglo XIX. El primer ministro Tony Blair, al abusar del spin, es decir, de una comunicación tan hábil que se sabía de la existencia del cambio sin ser capaz de entenderlo por completo, quitó mucho terreno a los novelistas.

No voy a citar el detalle del análisis de novelas inglesas que me quedan por leer (South of the River de Blake Morrison parece muy prometedora con su presencia obsesiva de los zorros, pues Blair prohíbe cazar con una jauría de perros a los zorros que entran en las ciudades) pero creo que Turpin pide algo obvio: sólo se entiende una vida política si se tiene su traducción literaria. Es una reflexión ineludible al cerrar la ambiciosa novela de Edmundo Paz Soldán, Palacio Quemado (Alfaguara). ¿De qué se trata? De Bolivia. De una Bolivia de verdad, es decir, la Bolivia de las "dos Bolivias", de los cuatro idiomas (español, quechua, aymara y guaraní), con su "guerra de la razas"; un país donde "los hombres de poncho no llegan al palacio".

El Palacio Quemado es el palacio presidencial en La Paz. El narrador se presenta como una persona apartada del poder (no lleva un cargo concreto) pero vive dentro del palacio y del posible spin: tiene como tarea escribir los discursos del presidente. Aparte de unas evocaciones del pasado (con una buena evocación de Barrientos), existen tres figuras clave para personalizar a la política: Fernando Canedo de la Tapia, presidente, blanco, es un veterano del poder (ya fue presidente en el pasado) y ahora un claro caso de "quiero pero no puedo"; Mendoza, el vice-presidente, es un hombre culto pero que lleva la cultura occidental en su cabeza; el Coyote es un ministro duro, desleal, quitando terreno a los blandos que no usan la fuerza del estado. Por fin hay el líder de la oposición, Remigio Jiménez, que se apoya en la influencia de los cocaleros.

/upload/fotos/blogs_entradas/palacio_quemado_med.jpgLo bueno que tiene la novela es su voluntad de no retratar de manera directa a actores reales de la vida política. Lo bueno y lo malo, quizás, es de no apartarse del retrato de la política como laberinto de retórica, envidia, retórica e impotencia. "La oposición a la ofensiva, el gobierno paralizado, ambos incapaces de ofrecer respuestas o alternativas concretas que fueran más allá del rechazo a ultranza o la defensa tímida del modelo neoliberal" es una descripción fiel de la política en muchos países de América Latina y la novela se parece mucho a esto. Tal como lo leí en el blog de Garzón Vallejo hay algo extraño en este libro: se lee de un tirón hasta el final, no se puede eludir una página y tampoco convence, deja la sensación de que no se logró todo. Una hipótesis: es un síntoma de un éxito pues la política es así, es el cuento de nunca terminar aunque seguimos escuchándolo.

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Jean-François Fogel

Jean-François Fogel Periodista y ensayista francés, trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha publicado varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina, entre los que destaca  un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg (Punto de Lectura, 2007).

En 2010 se dedicó a renovar los seis sitios de los diarios del grupo francés SudOuest, donde continua siendo asesor de la estrategia digital. En los últimos años, se encargó de la creación de una plataforma de información digital para el grupo France Televisions, una de las tres más importantes de Francia. Asesora a varios medios en Europa y América Latina tanto en la concepción de sitios, como en la organización de la producción digital. Es director del Executive Master of Media Management, del Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po).

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